Capítulo 46

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NARRA ERIC

Cuando los encargados de todo esto me dieron el permiso, saqué a Altaira en brazos y la llevé a mi habitación. Sí, necesitaba estar tranquila en un momento así. Además los médicos ya habían dicho que no podían hacer nada, solo había que esperar. En algún momento se despertaría y cuando lo hiciera, quería que su recuperación fuera en plena concentración y serenidad, por lo que no me lo pensé mucho más.

El lugar donde yo me hospedaba o, mejor dicho, el lugar que me habían asignado, el que les asignaban a todos los instructores, se trataba de un gran espacio de techo alto, con algunas ventanas con vista a la Fosa. Con una cama a un lado y una pequeña sala para pasar el rato, que yo me había encargado de acomodar a mis necesidades y gustos.

Una vez llegué, la acomodé en mi gran cama, por lo menos doble, y la tapé con una manta limpia, pues realmente estaba helada.

Me senté a su lado y no pude hacer otra cosa que mirarla, por horas al parecer, horas de las cuales me percaté mucho más tarde.

Solo pensaba en el momento en el que sus ojos se abrieran. Aunque estos hicieran mella en mí, no me importaba en absoluto. Solo deseaba que se abrieran de nuevo, aunque estos rebosaran contra mí todo el odio del mundo.

En cuanto vi el sudor que emanaba de su frente, me levanté a por una pequeña toalla, la mojé en agua templada y se la situé con mucha delicadeza en parte de su semblante.

Los cambios de temperatura fueron grandes desconciertos durante toda esa noche. Al día siguiente, por el contrario, parecía estar mejor, pero no despertaba y eso no era una buena señal.

La palidez de su rostro me hacía querer traerla de vuelta, pero no podía ayudarla y eso era sin duda, la peor de las esperas.

Ese día no fui a visitar a mi pequeña, como tampoco salí de allí. Ni lo hice al día siguiente, ni al otro...

Mis días se encontraban llenos de incertidumbre, una con un nombre especial, que había causado en mí, estragos demasiado sofisticados como para percatarme de ellos al principio, pero que sin embargo no provocaban en mí un abismo de diferencia. Pues no podía, ni quería hacerle daño.

- Te vas a poner bien, ya lo verás – le dije por quinta vez en el día, cada día, durante una semana, mientras le acariciaba una de sus mejillas.

En ese momento me imaginaba que asentía, pero no, no lo hacía.

JenGVargas

Por desgracia lo que está viviendo Eric lo estamos viviendo mi familia y yo con un ser demasiado querido como para aceptar su pérdida.

El sentimiento que te recorre cuando ves a alguien descansar sin remedio alguno de que abra los ojos es espeluznante, os lo puedo asegurar. 

Altaira está luchando contra algo demasiado real para ella, ¿qué será? 

Eric, ¿estás seguro de que no la puedes ayudar?

Un beso enorme a todos los que día tras día me apoyan en esto y en otras tantas cosas. Os quiero demasiado 


CAPÍTULO EDITADO



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