Capítulo 87

434 17 2
                                    

Narra Eric

Nunca imaginé vivir en un mundo en el que mis padres no estuvieran presentes. Solo de pensarlo, cuando era pequeño, se me encogía el pecho y la vida se condensaba en pequeñas espirales de oxígeno.

Fingir que el momento jamás llega, no es precisamente enfrentar la emoción. Eso no hará que no suceda, que no se convierta en tangible.

Sucedió. La vida me hizo llegar a ese instante, a ese dolor que no quería, ni podía sentir.

Lo último que me quedaba de esa conexión, era mi pequeña y juré día tras día que nada le ocurriría. Nada. 

Sin embargo, aquí me encuentro, en un punto de no retorno. Donde sentir que he perdido una parte de mí, es decir bastante poco sobre mí.

El significado de la vida es todo lo que uno pueda describir. Existen quienes solo han conocido el sufrimiento y tienen la capacidad de ser felices con tan poco, que incluso a veces, aterra. Otros, los que solo conocen sus maravillas, necesitan siempre mucho más. Tanto, que llega un punto en el que no hay nada más esperando, por y para ellos, y eso, acaba por destruirlos. 

Lo que todos tienen en común es el dolor. El sentimiento de soledad acaba con cualquier atisbo de felicidad en todas y cada una de las escenas que se os ocurran.

Por una vez, he sido yo quien ha intentado mantener la calma, tras pegar cuatro gritos de rabia. 

Altaira propuso, hace tan solo un par de horas, salir a buscarlos y no parar hasta encontrarlos. Fui yo quien la calmó esta vez, no por paciencia o por conocimiento, sino porque necesitaba pensar. 

Algo había en la situación, en mí, que me hacía sentir que yo sabía a donde habían ido o qué había sucedido y por una vez, quise escucharme, quise confiar en mí y no volverme loco en el intento de ser lo que debía. 

Los ojos de Altaira me juzgaron por largos minutos, pero tras respirar la situación otros tantos, logró aceptar mi parte, aunque no entendiera nada de toda ella.


****


Ahora, justo en este momento, me responsabilizo del dolor. Me responsabilizo de la atrocidad que decidí, solo por el sentir de aquel instante, en el que no muy lejos de donde nos encontrábamos, había sido el hombre más feliz teniendo a Altaira en su tacto, en su piel, en sus brazos.

Días después, comprendí que la vida no te lo da todo, que si te da algo, te lo quita por otro lado. Que si el karma existe, no está siendo justo contigo, ni ahora, ni muchísimo menos en aquel instante.

Días después, comprendí que tus decisiones instauran realidad en tu vida, en la presente pero sobretodo en la futura. 

Y creedme, eso te mata poco a poco. Acaba con tus esperanzas de tener algo mejor, de serlo. Termina con todo espíritu que conlleve felicidad, magia y sensaciones.

Acaba contigo y con tu alrededor, como si la destrucción hubiera llegado a ti, de la forma más inocente posible. Pero, cuando llega, no hay retorno. Cuando sucede, no hay marcha atrás. Cuando se despide, ya no la vuelves a ver. Cuando se va, ya no hay nada que hacer.



JenGVargas


El adiós te quita un pedacito más de tu esencia. El adiós se lleva con él fortaleza, seguridad, simpatía, sonrisas, alegría, emoción, reacción, inspiración... El adiós consume otro poquito de tu alma, de tu ser, de ti.





Treat you betterWhere stories live. Discover now