Capítulo 5. El rey.

803 150 14
                                    


«El rey»

Cuando abrí los ojos, una punzada recorrió mi cabeza

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Cuando abrí los ojos, una punzada recorrió mi cabeza. Presioné mis sienes con fuerza para remitir el dolor y parpadee varias veces, intentando averiguar en donde me encontraba.

Estaba recostada en una cama enorme de dosel negro, en medio de una habitación que no reconocía. Las cortinas estaban atadas en postes con cabezas de serpientes y a través de ellas alcanzaba a ver cuatro paredes cubiertas por un extraño tapiz negro de rombos.

Me alcé cuidadosamente con ayuda de mis codos y me observé a mí misma. Mi overol había desaparecido, siendo reemplazado por un exquisito vestido de seda negra y brillante, con delicados tirantes y una pronunciada abertura que dejaba mi pierna derecha al descubierto. Mis rizos rozaron los hombros desnudos y fue cuando noté que mi cabello ya no estaba trenzado, sino que ahora caía suelto y largo sobre mi espalda.

Me estremecí, pero nada tuvo que ver con el frío.

—¿Te gusta?

Casi brinqué de la cama al verlo, sobretodo porque estaba segura de que hace un segundo él no se encontraba ahí... aunque probablemente hubiera estado escondido en algún punto de la habitación que yo no alcanzaba a ver.

Era el hombre que me había salvado, recargado en uno de los postes de la cama y con los brazos tranquilamente cruzados. Su cabello era plateado y le llegaba hasta la barbilla, lo cual enmarcaba su rostro pálido de rasgos finos. La nariz era recta, los labios carnosos y hubiera parecido alguien muy guapo de no ser por esos ojos rojo sangre que parecían brillar con tanta maldad que se te helaba la sangre. No tardé en comprender que aquel hombre debía ser Azael.

—¿Cuánto tiempo tengo inconsciente? —pregunté pasando una mano por el vestido.

—No mucho —respondió con aburrición—. Tal vez algunos minutos, no te golpeaste tan fuerte como creí.

Yo fruncí mi ceño.

—¿Y en minutos me trajiste hasta aquí y me pusiste esto? —pregunté señalando la ropa, sin creerle.

Una fugaz sonrisa me permitió ver sus colmillos.

—Te sorprendería lo rápido que soy —respondió dando dos pasos hacia mí y sentándose en el borde de la cama—. ¿Estás bien?

Era espeluznante que se estuviera comportando con tanta amabilidad, por eso lo miré incrédula.

—¿Sabes quién soy?

—Estoy al tanto, princesa —dijo con un tono de impaciencia—. ¿Vas a responder a alguna de mis preguntas?

—Estoy bien —mentí con cautela—. Si sabes quién soy, ¿por qué me has traído aquí en lugar de encerrarme en un calabozo o algo por el estilo?

SunForest 4. Ada Rey.Where stories live. Discover now