Capítulo 50. Soy tuyo.

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«Soy tuyo»

Cuando aparecimos en su habitación nos sumimos en la penumbra durante algunos segundos, antes de que él prendiera la luz con su magia

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Cuando aparecimos en su habitación nos sumimos en la penumbra durante algunos segundos, antes de que él prendiera la luz con su magia. Al estar lejos de la música mi corazón comenzó a calmarse enseguida, recuperando un poco de lucidez. Esa danza había sido como una droga, en todos los sentidos.

—Bienvenida —dijo Ezra inclinándose sobre mí para continuar besando mis labios, pero yo me alejé un par de pasos con una sonrisa traviesa.

—Pensé que ibas a mostrarme tu habitación. —Junté mis manos atrás de mi espalda para parecer inocente, mientras él me persiguió con una mirada afilada.

Aún así, su sonrisa se ensanchó.

—Toda tuya —señaló a su alrededor.

Sin darle la espalda para que no me tomara por sorpresa, comencé a pasear por su recámara, observando todos los detalles. Era mucho más grande que la que yo tenía en Sunforest, pero igual de pulcra y ordenada. Estaba sumergida en un bonito color azul añil combinado con gris, con sillas tapizadas y alfombras suaves. La cama era ancha y alta, adornada con un enorme respaldo plateado en la cabecera. El edredón era completamente blanco y sobre él había un sinfín de cojines de terciopelo rellenos de plumas. Me demoré en ella más de lo que debí, imaginando todo lo que podríamos hacer en una cama tan grande como esa.

—¿Algo que te interese? —preguntó Ezra, dando un discreto paso en mi dirección.

Si lo miraba, perdería. Así que mis ojos pasaron de la cama hacia las puertas de cristal que estaban en el fondo. Las señalé con la barbilla.

—¿Qué hay ahí?

—El balcón.

—¿La vista es bonita?

—En este momento, mi vista lo es.

Reprimí una sonrisa, aunque me encantaba jugar con él cuando comenzaba a perder el control de esa manera. Lo volvía todo mucho más... interesante.

Pasé de largo a Ezra con toda la indiferencia que fui capaz de reunir y abrí las puertas de cristal para mirar lo que había al otro lado. Me olvidé de todo en ese segundo, porque la vista que apareció al otro lado era mucho más que bonita, era magnífica.

Alcancé el barandal y coloqué mis manos sobre el granito gris para poder mirar a Féryco desde las alturas. La habitación de Ezra estaba en una de las altas torres del palacio, por lo que se podía ver prácticamente todas las praderas, incluso las lejanas fogatas que aún iluminaban la danza de las hadas.

Desde ahí, todo parecía miniatura, irreal. Me sobrepasó de tal manera que me olvidé de mi juego y Ezra no dejó pasar el momento. Me alcanzó, poniendo sus brazos sobre el barandal y a cada lado mío, para que no pudiera escaparme. Su mejilla quedó a la altura de mi sien y su torso se pegó a mi espalda, haciendo muy evidente su excitación.

SunForest 4. Ada Rey.Место, где живут истории. Откройте их для себя