Capítulo 48. Melisande.

755 143 33
                                    




«Melisande»

Ezra y yo logramos secarnos con nuestra magia, sobretodo para estar presentables frente a su padre

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Ezra y yo logramos secarnos con nuestra magia, sobretodo para estar presentables frente a su padre.

—Eso fue divertido —dije mientras observaba como él aplacaba su cabello con sus manos.

—Sí —coincidió—, hace mucho que no te escuchaba reír así.

—He estado un poco estresada —me justifiqué.

—Y no es para menos —concordó. 

Pensar en el dije que estaba oculto bajo mi vestido me hizo recordar la verdadera razón por la que estaba aquí y miré a mi alrededor, examinando la pradera con un poco de más cuidado, pero aún no tenía idea de donde encontrar el famoso polvo de hadas.

La ayuda de Ezra me vendría bien, pero estaba segura de que si se lo mencionaba haría demasiadas preguntas que aún no podía responder. Enid y yo habíamos decidido ocultar el plan, al menos hasta que todo fuera un poco más real y estuviéramos seguras de que podríamos lograrlo. De lo contrario, no tenía caso ilusionar a nadie más, en especial a mis padres.

También decidimos mantenerlo en secreto para que nadie nos impidiera llevarlo a cabo, Ezra y Arus incluídos. Después de todo, era una hechizo peligroso el que queríamos hacer, aunque el riesgo valía la pena.

—¿Sucede algo? —preguntó mi novio, prestándome atención de nuevo.

Entendí que llevaba en silencio varios minutos y él era muy perceptivo, así que relajé mi rostro antes de volverme.

—Nada —mentí con una sonrisa convincente—, solo estoy feliz de estar aquí contigo. Gracias por traerme.

Bueno, lo último si había sido verdad, así que me creyó.

—¿Lista para conocer a papá? —cuestionó alzando sus cejas una y otra vez.

—Claro —aseguré—. No puede ser peor que los míos, ¿o si?

Ezra rió, sabiendo que yo bromeaba.

—Dejaré que lo decidas tú.

Volví a mirar la pradera, entendiendo de pronto que era lo que faltaba.

—¿Dónde están sus casas?

Él me sonrió misteriosamente y acto seguido señaló el suelo bajo nuestros pies.

—Son subterráneas

—¿En serio?

—¿Por qué te mentiría?

—Jamás lo imaginé —me defendí— y menos con lo bronceados que son Loan y tú.

—Mamá y yo pasábamos mucho tiempo aquí afuera —admitió con nostalgia—, a ella le encantaban las praderas.

SunForest 4. Ada Rey.Where stories live. Discover now