«Después de todo yo era Ada Rey, la princesa de Sunforest. Hace relativamente poco descubrí que no solo tenía un hermano mayor, también encontré a mi familia biológica, un reino que me pertenecía y una profecía que arruinaba todo.
Menudo lío en el...
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Ada estaba sentada frente a mí. Se cruzó de brazos mientras se tambaleaba en su silla hacia atrás y delante, escuchando como Aiden terminaba de informarnos acerca de unos asuntos referentes a Sunforest.
Mi mejor amigo era el más joven de los tres pero no dejaba de sorprenderme cuando actuaba muchísimo mayor a su actual edad: 21 años. En cuanto cumplió la mayoría de edad Ada y yo lo elegimos como nuestro consejero real y hasta ahora era una decisión de la que no nos arrepentíamos.
Esa reunión estaba a punto de terminar, así que asentí cuando Aiden guardó silencio y miré a mi hermana.
—Estoy de acuerdo. —Dejó su silla quieta para mirarnos con seguridad.
—Yo también —concordé—, creo que sería todo por hoy.
Mi amigo se estiró e inmediatamente se relajó en su silla, sus ojos amarillos se clavaron en Ada.
—¿Te quedas a comer? —ofreció—. ¿O tienes que volver a Féryco?
Ella sonrió como siempre le sonreía a Aiden, con cariño y ternura. Estaba al tanto de lo que sucedió entre ellos durante mi muerte y su breve ruptura con Ezra, pero mi hermana y yo jamás habíamos hablado sobre eso.
En cambio, Aiden decidió contármelo con el único fin de ser sincero conmigo, ya que él y yo rara vez nos guardábamos secretos. Al principio me preocupé un poco por él y su corazón roto, pero mi mejor amigo se repuso rápidamente de eso. Ahora tenía una novia y aunque aún nadie sabíamos si aquella relación iba en serio o no, se notaba que él la estaba disfrutando. Y si eso lo hacía feliz, era lo único que importaba.
—Me quedaré un rato —respondió Ada—, mis papás estaban encantados de estar con Noah y no quiero arruinarles esa felicidad tan pronto.
—Genial, entonces vamos a comer.
Ada me miró tranquilamente, pero yo conocía esos ojos a la perfección. Algo estaba sucediendo en esa cabecita pelirroja.
—¿Puedo hablar contigo?
—Claro.
Aiden se puso de pie inmediatamente.
—Iré con Breena —nos avisó—, podemos comer juntos cuando terminen.
—Gracias Aiden. —Ada le hizo un gesto amigable antes de que saliera del estudio, dejándonos solos.
Me incliné sobre la mesa para dedicarle toda mi atención.
—¿Qué sucede? —cuestioné—. He notado que estuviste un poco distraída en la reunión.
—He puesto atención a todo —replicó.
—No era un reclamo —aclaré— simplemente una observación.
Ella sonrió al notar que yo también estaba tranquilo.
