Capítulo 55. Hechizo.

790 148 75
                                    




«Hechizo»

Cuando Enid apareció en mi habitación a medianoche, yo ya estaba lista, aunque alcé una de mis cejas al verla materializarse tan tranquilamente

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Cuando Enid apareció en mi habitación a medianoche, yo ya estaba lista, aunque alcé una de mis cejas al verla materializarse tan tranquilamente.

—¿Sin entradas dramáticas? —pregunté un poco sorprendida.

La bruja sonrió, mientras me evaluaba con sus ojos plateados.

—No me tientes.

Me había puesto el mismo vestido negro que ella había creado para mí y pareció aprobarlo, porque esa vez no dijo nada sobre mi aspecto. El dije con el polvo de hadas ahora colgaba en mi cuello y ella se acercó para girarlo entre sus dedos. La brillantina se había hecho un poco más líquida y espesa, así que ahora parecía un mar plateado y reluciente atrapado dentro de una botellita de cristal.

—Bien hecho —me felicitó.

—Fue más fácil de lo que pensé —admití encogiéndome de hombros.

—¿Estás lista? —preguntó.

Asentí.

—Vamos, antes de que mis padres noten mi ausencia.

Enid no se hizo esperar y tomó mi codo para guiar la desaparición. Ella ya me había explicado que las brujas antiguas tenían su cueva protegida con fuertes sortilegios y por esa razón no podíamos aparecer directamente, así que íbamos a dirigirnos de nuevo hacia las rocas.

La mano de Enid se tensó y me apretó con fuerza justo un segundo antes de caer en medio de un bosque frío. Miré a mi alrededor, confundida, y me percaté de que estábamos varios kilómetros lejos de las montañas. ¿Por qué la bruja cambió de dirección en el último momento?

—¿Qué pasó? —pregunté.

Enid estaba examinando a su alrededor con una mirada fiera.

—¿No lo sentiste? —preguntó en voz baja.

—No —admití algo nerviosa.

—Alguien nos siguió.

Al escuchar sus palabras, miré entre las sombras de los árboles que estaban a nuestro alrededor, casi esperando encontrar unos brillantes ojos rojos acechándonos.

—¿Demonio? —susurré.

Enid estrechó sus ojos y los clavó en un punto específico. De inmediato, alzó su mano y un chillido rompió el silencio de la noche. Me puse en posición de ataque por pura inercia, pero volví a relajarme cuando ella solo arrastró un gato hasta nuestros pies.

—Te tengo —canturreó Enid.

Suspiré aliviada.

—Solo es un gato —pero entonces, miré con atención al felino de pelaje gris—. Espera, ¡ese es mi gato!

SunForest 4. Ada Rey.Where stories live. Discover now