Capítulo 45. Brujas antiguas.

830 149 33
                                    


«Brujas antiguas»

Cuando me puse de pie y sacudí la tierra de mi pijama, Enid me miró de pies a cabeza con un gesto de desaprobación

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Cuando me puse de pie y sacudí la tierra de mi pijama, Enid me miró de pies a cabeza con un gesto de desaprobación.

—No puedes conocer a las antiguas brujas con eso —se quejó.

—¿Y de quién es la culpa? No es como que me arregle todas las noches para dormir por si acaso una bruja loca me secuestra. 

Enid ignoró mi réplica y chasqueó sus dedos para desaparecer mi pijama y suplirla con ligero vestido negro de encaje y tul. Me estremecí por los hombros y el abdomen al descubierto, además de la transparente falda de tul cayendo alrededor de mis largas piernas, apenas cubriéndome.

—Está haciendo frío —me quejé.

—Aguántate —me regañó—, así pareces una princesa.

—¿Es importante parecer una princesa? —pregunté con curiosidad.

—Ellas no ayudarán a cualquiera, por eso te traje a ti.

—Me alegra saber que no soy cualquiera.

—Concéntrate —advirtió, un poco nerviosa—. Son solo tres brujas, pero muy inteligentes y poderosas. Si incluso las molestas un poco, tú y yo estaremos muertas antes del amanecer.

—Es tan tranquilizador hablar contigo... —dije sarcásticamente.

—Solo limítate a pedir ayuda —aconsejó—. Nada más.

La brujilla nos hizo aparecer casi a la mitad de la montaña y con una seña me indicó que la siguiera a través de una grieta oscura y estrecha

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

La brujilla nos hizo aparecer casi a la mitad de la montaña y con una seña me indicó que la siguiera a través de una grieta oscura y estrecha. Ahí adentro la oscuridad era tal que incluso si colocaba mi mano frente a mis ojos, no podía verla. Escuchaba la respiración de Enid unos pasos más delante de mí y eso era lo único que me incitaba a seguir.

Dimos varias vueltas y tomamos algunas bifurcaciones. El frío aumentaba conforme nos adentrábamos al centro de la montaña y cuando comencé a temblar, decidí utilizar un poco de magia.

Visualicé una pequeña llama flotando por encima de nuestras cabezas para iluminar el camino. En cuanto apareció, las paredes rocosas y húmedas se inundaron de una tenue luz naranja que al menos nos ayudó a ver en donde estábamos pisando.

SunForest 4. Ada Rey.Where stories live. Discover now