Capítulo 21. Rosas negras.

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«Rosas negras»

La nieve crujió a mis espaldas y apenas me dio tiempo para serenarme

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La nieve crujió a mis espaldas y apenas me dio tiempo para serenarme. Sequé mis lágrimas rápidamente y miré sobre mi hombro para averiguar si eran amigos o enemigos, al mismo tiempo que me tensaba.

Amira apareció en la colina, con las mejillas sonrojadas y el cabello recogido en una corona de trenzas. Se detuvo al verme y sus ojos azules me escanearon con precaución, intentando disimular la sorpresa por haberme encontrado ahí.

Yo también la evalué en silencio y tardé al menos un minuto en comprender porque se veía tan extraña; era su ropa negra. Desde que llegué estaba acostumbrada a verla en vestidos, flores y llena de colores, pero ahora, con la ropa oscura que representaba su luto, la reina de Sunforest se veía casi opaca, a pesar de que sobre los hombros traía la capa blanca que Joham le había regalado para protegerse de la nieve. El único color que destacaba en ella eran sus ojos, que lucían casi turquesas por la luz invernal.

—No sabía que estarías aquí —habló por fin, suavizando su rostro— puedo volver después.

—No me molesta tu compañía —confesé.

Una pequeña sonrisa apareció en su rostro y terminó de acercarse, sosteniendo tres flores en sus manos. La miré detenerse frente a las tumbas de sus padres y se puso de cuclillas en silencio, depositando dos flores en cada una de ellas y mirándolas durante un largo rato. Después, se acercó a la de Jared para repetir el gesto, quedando a mi lado mientras lo hacía.

—Todavía me despierto pensando que todo fue un sueño —admitió con una calma que no conectaba con el dolor de sus ojos—. No me acostumbro a estar sin él.

Enrosqué mis piernas contra mi pecho y envolví mis rodillas con los brazos, escondiéndome en un caparazón invisible para protegerme del peso de aquella tristeza.

—Has perdido a mucha gente —mencioné mirando las tres flores que ella había traído. Ella sonrió al escucharme. No una sonrisa feliz, sino una que representaba su fuerza.

—Pero te tengo a ti. —Mi pecho se apretó al escucharla.

—No creo que yo sea suficiente —repliqué.

Amira despegó sus ojos de la tumba para examinarme con atención, pero yo no me atreví a devolverle la mirada. El nudo de mi pecho se aligeró un poco cuando sentí su mano pasar por mi cabeza, en una caricia cautelosa.

—Cuando naciste apenas pude sostenerte unos minutos —me contó sin apartar su vista de mí— pero solo esos minutos me bastaron para comprender que eras la niña más hermosa del mundo. Mi niña. Mi hija. Necesité de toda mi fuerza para poder soltarte... dejarte ir, y pensé que nunca volvería a verte. Ahora estás aquí, así que créeme cuando te digo que esto es más que suficiente.

La miré y fue como si me observara a mí misma en un espejo, pero con el cabello rubio y los ojos llenos de una sabiduría que yo no estaba ni cerca de alcanzar. Y entonces la verdad cayó sobre mí como una cubeta de agua helada —una verdad que yo había mantenido a raya durante todo estos días porque necesitaba más tiempo para enfrentarla— pero ahí estaba, emergiendo y golpeándome como una roca: esta mujer era mi madre. Mi madre. La que me cargó en su vientre y me amó desde el día que se enteró que estaba embarazada de nuevo.

SunForest 4. Ada Rey.Where stories live. Discover now