Capítulo 10. Blanco.

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«Blanco»

Jared estaba frente a mí, con su cabello rubio casi dorado por los rayos de sol y sus ojos verde pardo llenos de vida, rodeados de arruguitas de felicidad porque me estaba dedicando una gran sonrisa

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Jared estaba frente a mí, con su cabello rubio casi dorado por los rayos de sol y sus ojos verde pardo llenos de vida, rodeados de arruguitas de felicidad porque me estaba dedicando una gran sonrisa.

—Hola monstruito.

—Jared...

Me quedé sin aliento al verlo, mientras él escondía las manos en los bolsillos de su pantalón y ladeaba su rostro para observarme con atención.

—¿Por qué estás triste?

—Yo... tú... —balbuceé.

Él rió y el sonido fue tan maravilloso que mis ojos se llenaron de lágrimas. Jared me miró con cariño y pellizcó mi mejilla suavemente.

—No llores, pequeña. Yo estoy bien.

—Es que te extraño.

Una de sus manos corrió por mi cabello y la caricia pareció tan real que por un momento dudé de si eso era en realidad un sueño.

—Te prometí que siempre sería tu hermano mayor y siempre estaría aquí para ti —me recordó— y cumpliré mi promesa, Ada. La única diferencia es que ahora no podrás verme, pero siempre estaré contigo.

—Lo lamento —le dije.

Él volvió a sonreír.

—No lo hagas —susurró— porque yo no lo lamento.

Intenté abrazarlo, pero mis brazos no se movieron. Cuando bajé la vista descubrí que estaban atados a dos cadenas negras y yo estaba sentada en el trono de nuevo. Jadeé asustada, pero Jared ni se inmutó y se limitó a inclinarse un poco más sobre mí. Luché contra las cadenas pero no pude soltarme.

—Conoces tu destino —me dijo guiñando uno de sus ojos—. No dudes de él.

—No te vayas —supliqué.

—Si confío en ti —murmuró depositando un largo beso en mi frente— y te amo.

Se separó de mí para verme a los ojos y grité cuando la punta de una espada negra brotó de su pecho, como si acabaran de apuñalarlo por la espalda. Su sangre me manchó el rostro y yo me retorcí, pataleé y lloré mientras sus ojos verdes se apagaban hasta quedarse sin vida.

—Ada —me llamó alguien, pero no entendí quién.

Abrí los ojos, agitada y con el corazón martillando fuertemente dentro de mi pecho. Cuando reconocí mi habitación comprendí que por fin habían logrado separarme del cuerpo sin vida de mi hermano, a pesar de que yo había luchado con uñas y dientes para quedarme con él.

No sabía qué hora era, pero todo estaba oscuro y volví a asustarme cuando una sombra se movió a mi lado.

—Soy yo —dijo la suave voz de Amira.

SunForest 4. Ada Rey.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora