Capítulo 16. Promesas.

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«Promesas»

Voy a matar a Azael

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Voy a matar a Azael.

La frase aún resonaba como un eco fantasma por toda la habitación, pero además de eso solo había silencio. Dandelion y Joham bajaron de la mesa para volverse a sentar en sus sillas, el último se dejó caer como si las piernas le estuvieran temblando. Enid se limitó a sentarse sobre la mesa con las piernas cruzadas, con una expresión de alivio. A Ezra ni siquiera me atreví a mirarlo.

Me puse de pie para volver a acercar mi silla a la mesa y noté que todos seguían mis movimientos con mucho cuidado, como si pensaran que en ese momento iba a sacar una daga de plata por debajo de mi vestido para correr y enterrársela al rey del infierno.

—No lo haré justo ahora —aclaré mientras me sentaba de nuevo.

El único que sonrió fugazmente fue Aiden, quien entendió la indirecta y apartó la vista de mí para darme un respiro. Miré a mis padres, pero ellos no dijeron absolutamente nada. Parecían conmocionados.

Solté un suspiro antes de hablar.

—No tienen idea de como lo siento —me sinceré—. Nunca quise que él muriera. No así. No por mí.

La mirada de Joham se suavizó al escucharme y extendió su mano por encima de la mesa hasta alcanzar la mía. Yo no me aparté.

—Jared no hubiera querido que fuera de otra manera —habló con suavidad—, él sabía que tú vales toda la pena del mundo.

Negué con la cabeza, algo aturdida.

—Él salvó mucho más que mi vida —expliqué tragando saliva—. Si Azael hubiera podido controlarme, yo los habría matado a todos ustedes sin pestañear...

Joham acarició el dorso de mi mano con su pulgar antes de soltarme.

—Pero no pudo —me recordó gentilmente— y ahora estás aquí, con nosotros. Haremos esto juntos. Y lo derrotaremos, por Jared.

Inspiré hondo al escucharlo y asentí para hacerle ver que estaba de acuerdo, y que agradecía sus palabras.

—¿Lo intentó? —preguntó Enid, curiosa—. ¿Controlarte?

—Si.

—¿Y qué sucedió?

Tardé al menos un minuto en responder para poder poner mis ideas en orden, pero ellos esperaron pacientemente.

—Jared estaba herido cuando se acercó a mí —recordé—, tenía la mano llena de sangre y fue lo que utilizó para dibujar la runa en mi frente antes de que Azael se diera cuenta. Después, cantó un hechizo: protego tua in sanguine mea. Protego tua anima mea. Protego tua mortem meam.

SunForest 4. Ada Rey.Where stories live. Discover now