Capítulo 56. Por favor.

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«Por favor»

Caí de rodillas sobre la tierra helada y con mis puños golpee el suelo con todas mis fuerzas, intentando descargar mi ira

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Caí de rodillas sobre la tierra helada y con mis puños golpee el suelo con todas mis fuerzas, intentando descargar mi ira. En mi mente, la imagen de Jared se estaba convirtiendo en un espejo roto e imposible de alcanzar.

—Yo no lo sabía —dijo Enid, de pie a mi lado.

—No es tu culpa —murmuré—, nos engañaron a las dos.

Ezra rodeó mi cintura para ponerme de pie y alejarme del suelo helado, con tanto cariño que no tuve el corazón de impedírselo.

—No todo está perdido —intentó convencerme—, podríamos buscar a un oráculo que nos indique el momento. Aún nos quedan cinco días.

—Un oráculo no se puede invocar —dijo Enid, pensativa.

Exhalé abruptamente.

—¿Qué hay de las sirenas? —pregunté mirando a Ezra—. ¿Crees que puedan ver algo en el agua?

El rostro de mi príncipe se iluminó.

—Nada perdemos con intentarlo —me animó— podemos hablar con ellas mañana.

Asentí y mi corazón latió aliviado al comprender que aún había un poco de esperanza, ¿sería eso suficiente? Ezra leyó mis ojos y me estrechó entre sus brazos, con tanta fuerza que por un momento me sentí entera de nuevo.

—Te ayudaré —juró en mi oído—, te prometo que no nos quedaremos de brazos cruzados.

Suspiré, de pronto agradecida por su lado protector. Tal vez alguna parte de mí si lo necesitaba, sobretodo al estar tan vulnerable como me sentía en ese momento. Era bueno saber que si caía, él me sostendría.

—No me gustó nada cómo te miraron esas brujas —le confesé en voz baja—. No quiero que te vuelvas a acercar a ellas.

—Mientras tú te mantengas alejada, yo también —me tranquilizó.

—Créeme —refunfuñé—, no quiero volver a saber nada de ellas.

Enid extendió el pergamino hacia mí y yo lo tomé con mucho cuidado, mirándola con curiosidad.

—Funcione o no nuestro plan —me dijo— te lo mereces, porque demostrarte que estás dispuesta a todo por las personas que quieres. Jared estaría muy orgulloso de ti.

Tragué saliva, acariciando la rugosa piel del pergamino con mi pulgar.

—Gracias. — Ella asintió antes de dejarnos solos.

—¿Estás bien? —preguntó Ezra al tener más privacidad.

—No lo sé —admití.

Sentí sus labios en mi piel, haciéndome estremecer con todo menos frío.

SunForest 4. Ada Rey.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora