Capítulo 8. Con uñas y dientes.

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«Con uñas y dientes»

Sucedieron tantas cosas al mismo tiempo que todo fue muy confuso; lo primero de lo que fui consciente fue que Azael retrajo la espada, sacándola del cuerpo de mi hermano y salpicando el piso de sangre al hacerlo

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Sucedieron tantas cosas al mismo tiempo que todo fue muy confuso; lo primero de lo que fui consciente fue que Azael retrajo la espada, sacándola del cuerpo de mi hermano y salpicando el piso de sangre al hacerlo. Rojo contra negro.

Después escuché la manera en la que yo estaba gritando y comprendí que ni siquiera debía ser humana; era un chillido agudo y extraño que me desgarraba la garganta, expresando todo el dolor que me estaba quemando viva.

Y por último entendí que realmente me estaba quemando de nuevo, sentía como si el fuego recorriera mi frente y una explosión dorada iluminó toda el ala, cegándome por completo.

Cuando la luz desapareció, disfruté de un momento de dulce satisfacción al notar que Azael por fin parecía herido. Su cuerpo se había estrellado con tanta fuerza en la pared que estaba frente a mí que hasta la dejó agrietada.

Miré mis manos al notar un ligero cosquilleo y noté que mi piel estaba brillando con un resplandor dorado, tal y como el día de Arus despertó mis poderes, solo que esa vez ni dolía ni parecía insoportable.

Apreté mis manos en puños y algo sorprendente pasó. Las cadenas que me aprisionaban comenzaron a quemarse, pero en lugar de fundirse como metal, se convirtieron en cenizas que flotaron por el aire. Lo mismo sucedió con las que sujetaban mis tobillos.

Por fin estaba libre.

Me puse de pie, sin atreverme a mirar el cuerpo de Jared, el cual había caído tan solo unos metros cerca de mí. Arranqué la corona negra que Azael me había puesto en la cabeza y la estrellé contra el suelo, furiosa. La espada negra que lo había atravesado estaba en el suelo, junto a él, y la tomé sin apartar mi vista de Azael. Apreté los dientes al notar que aún estaba manchada de sangre y una segunda oleada de ira me dominó por completo.

Sujeté la empuñadura negra con tanta fuerza que hasta me lastimé la palma de mi mano, pero no me importó. La espada era pesada, pero lo suficiente flexible como para poder conferir un equilibrio perfecto. Estaba tan fría —un frío demoníaco y nada normal— que sentía como si hielo recorriera las venas de mi brazo en lugar de sangre.

Azael me miraba casi sin moverse, pero cuando notó que comencé a caminar en su dirección se puso de pie para enfrentarme. Era tan grande que yo lucía pequeña a comparación de él... y eso que yo siempre había sido alta.

—Sujetar esa espada te dañará —me advirtió—, está hecha para fuerzas demoníacas.

—No me importa —respondí con rabia e intentando controlar los temblores de mi brazo—. Voy a matarte por lo que le hiciste a Jared.

Blandí la espada con fuerza, intentando recordar las clases de esgrima que me habían obligado a tomar en el campamento de verano que yo siempre odié. Azael la esquivó con agilidad, aunque hizo una mueca al moverse.

SunForest 4. Ada Rey.Where stories live. Discover now