Capítulo 38. Flecha.

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«Flecha»

—Mierda —maldije en voz baja

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—Mierda —maldije en voz baja.

Ezra salió de entre las sombras con pasos lentos y amenazantes, a pesar de eso, Aiden no me soltó y yo apenas podía respirar.

Si había pensado que Loan era enorme, entonces Ezra era descomunal. Estaba varios centímetros más alto y ancho que su compañero, envuelto en un pelaje gris tan brillante que casi parecía plateado, aunque no estaba segura de si era el reflejo de las estrellas. Su complexión robusta estaba formada por fuertes músculos que se alcanzaban a notar incluso debajo del pelo. Tenía la cabeza grande y redondeada, orejas triangulares y erguidas, cola larga y tupida. Los labios de su largo hocico se contrajeron para mostrar ferozmente sus dientes, a la vez emitió un gruñido más bajo que el primero. Eso fue lo que me hizo salir de mi sorpresa.

—¡A mí no me gruñas! —le reclamé separándome de Aiden para poder enfrentar al lobo—. No tienes derecho a aparecer de la nada y gruñirme por querer seguir adelante con mi vida.

Ezra bufó y me dio un empujón con su hocico, como si estuviera ordenándome que me fuera.

—Tú no me dices que hacer.

No lo vi venir cuando de pronto se alzó en sus patas traseras y se fue encima de mí para tumbarme. Mi espalda golpeó contra el césped y sus anchas patas presionaron mis hombros para impedir que me levante. Dudaba mucho que algunas de las técnicas que Aiden acababa de enseñarme funcionaran con el enorme lobo.

«No te gruñí a ti» —resonó dentro de mi mente—. «Al menos no la segunda vez»

Antes de terminar de comprender sus palabras, una ligera brisa sopló en el claro y me congelé al identificar un ligero aroma a infierno, entonces entendí que Ezra no se encontraba ahí por mí, sino que estaba cazando al demonio que entró en mi habitación la otra noche.

«El camaleón» —logré decir dentro de su mente.

Ezra volvió a gruñir, esa vez en señal de asentimiento.

«¿Dónde está Loan?»

«En el castillo» —respondí tímidamente, sabiendo que aquello lo haría enojar.

«Vete de aquí» —me advirtió.

Me quedé inmóvil, comprendiendo que la única razón por la que Ezra me tumbó fue para protegerme del peligro desconocido y cubrirme con su cuerpo, no porque estuviera enojado y quisiera comerme viva. O tal vez una combinación de los dos.

En ese momento, Aiden se acercó a nosotros para empujar a Ezra e intentar apartarlo de mí, pero fue como golpear a un pared... una pared de fuerte músculo y pelaje plateado.

«Dile a tu novio que deben volver al castillo. ¡Ahora!»

—Él no es...

Me mordí la lengua al comprender que no era momento de discutir eso y decidí asentir. Con una dorada mirada de advertencia, Ezra saltó para apartarse de mí y Aiden no tardó en tomar su lugar para ayudarme a ponerme de pie.

SunForest 4. Ada Rey.Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt