Capítulo 68. Reencuentro.

853 177 127
                                    


Reencuentro

Abrí mis ojos

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Abrí mis ojos. Pestañeé varias veces. Volví a cerrarlos.

¿Dónde estaba? ¿Qué había pasado?

Alcé mis párpados de nuevo. No estaba sola.

—Ezra.

Sonrió. Mi príncipe me sonrió. Eso no podía ser malo.

—Hola —me saludó colocando una mano sobre mi frente, su mirada estaba llena de alivio.

—¿Estoy muerta?

Él se carcajeó.

—Si serás dramática —se burló— solo utilizaste cada centímetro de tu magia para incendiar tu cuerpo como si fueses una maldita estrella fugaz, ¿por qué habrías de estar muerta?

—No seas sarcástico conmigo —me quejé—. Me duele todo.

—Mmm —fingió desconcierto— ¿eso porque será?

Chasqueé con la lengua.

—Te gusta lo ardiente que soy, pero no te gusta que literalmente me prenda a mí misma en llamas. En fin, la hipocresía.

Ezra volvió a reír y solo él hubiera entendido ese chiste tan mundano, pero esa vez en lugar de responderme o retarme, se inclinó sobre mí para darme un corto beso en los labios.

—Esa bienvenida me gusta más —murmuré sobre su boca.

—Pues te aconsejo que la disfrutes, porque cuando los demás se enteren de que por fin despertaste no te recibirán igual que yo.

—¿Por fin? —lo miré, desorientada—. ¿Cuántos días tengo inconsciente?

—Hoy se cumple una semana.

—Oh. —Fue lo único que atiné a decir. 

Él apartó el cabello de mi frente y me miró con dulzura.

—Apenas hace dos días te bajó la fiebre —explicó—. Joham hizo un buen trabajo fortaleciendo tu cuerpo, de lo contrario no lo habrías resistido. Aún así entraste en una especie de coma por la fiebre tan alta, Samara está exhausta por intentar estabilizar tu cuerpo, pero al final lo logró...

—¿Puedes ayudarme a ponerme de pie? —pregunté al notar la urgencia de mi vejiga.

—¿A dónde vas con tanta prisa? —cuestionó extrañado—. Acabas de resucitar, tómate un descanso.

—Necesito ir al baño —me sinceré.

—Ah —comprendió—, en ese caso...

Se inclinó para alzarme en brazos y me levantó como si fuera un bebé. Hasta ese momento me di cuenta de que tenía una de mis pijamas y estábamos en mi habitación, en Sunforest. Un millón de preguntas me invadieron, pero no logré hacer ninguna hasta que salí del baño.

SunForest 4. Ada Rey.Where stories live. Discover now