Capítulo 42. Pequeña.

797 137 11
                                    



«Pequeña»

Al día siguiente, las cosas continuaron más o menos igual, con la única diferencia de que Aiden decidió unirse a nosotros en el entrenamiento de mediodía, aunque Joham tampoco lo dejó hacer mucho alegando que se metería en problemas con Samara

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Al día siguiente, las cosas continuaron más o menos igual, con la única diferencia de que Aiden decidió unirse a nosotros en el entrenamiento de mediodía, aunque Joham tampoco lo dejó hacer mucho alegando que se metería en problemas con Samara. Sin embargo, Aiden se veía muchísimo mejor y aunque no combatimos juntos, que estuviera alrededor hizo que el entrenamiento fuera muchísimo más tolerable gracias a sus frecuentes chistes y bromas.

Combatir con Joham era un poco más difícil, en parte porque mi padre no se hacía el tonto y no tenía piedad de mí, aunque también sus años de experiencia tenían mucho que ver. Luchar contra él dos días seguidos me tenía un poco más adolorida de lo usual, por lo que cuando regresé a mi cuarto lo único que quería era un baño que relajara mis músculos.

Miré a Ezra en cuanto entré, solo para comprobar que siguiera inconsciente. Ningún cambio, así que tomé mi toalla y me perdí un buen rato bajo la deliciosa sensación del agua.

Cuando salí, opté por ponerme un ligero y corto vestido blanco para disfrutar del caluroso día, así que dejé caer mi toalla al suelo, me vestí con ropa interior que combinara y pasé el vestido por mi cabeza. Cepillé mi cabello distraídamente y pensé en ir a la cocina para ver qué había de comer. Miré a Ezra de nuevo cuando me dirigía a la puerta para poder salir, sus ojos estaban abiertos.

Me detuve, pasmada. Ezra me devolvió una mirada cansada, pero había una pequeña sonrisa que iluminaba un poco su rostro.

—¿Cuánto tiempo tienes despierto? —pregunté incrédula.

—Lo suficiente como para disfrutar de una linda vista. —Su voz sonó un poco ronca, aunque no sabía si por la falta de agua o alguna clase de deseo.

Me ruboricé al recordar que me había cambiado frente a él sin ningún pudor y aunque esa no era la primera vez que Ezra me veía desnuda, me sentí un poco cohibida. Tal vez por que no me lo esperaba.

Con pasos lentos me acerqué a él y Ezra siguió cada uno de mis movimientos con una mirada dorada un poco más ópaca de lo normal. Cuando llegué a su lado, tomé la jarra de agua que estaba sobre mi buró y serví un vaso, para después ofrecérselo.

—Gracias —dijo con la voz como lija y definitivamente comprendí que se trataba de la falta de agua. O eso me dije a mí misma.

Se tomó el contenido del vaso rápidamente y yo lo volví a rellenar sin necesidad de que me lo pidiera. Esa vez, disfrutó un poco más del agua fresca. Se había alzado para poder beber y cuando le quité el vaso para regresarlo a su lugar, él volvió a recostarse.

—¿Cómo te sientes? —pregunté sentándome al borde de la cama y poniendo una mano sobre su pecho para sentir su corazón. Fuerte. Estable. Rápido.

—Estoy bien —mintió— ¿cuanto tiempo?

—Este es el tercer día —informé.

Él parpadeó una vez al recibir la noticia, pero no demostró sorpresa o incredulidad.

SunForest 4. Ada Rey.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora