Capítulo 32. Regalo.

780 148 52
                                    



«Regalo»

Con cada día que pasaba Azael estaba más cerca de nosotros y esa era la razón por la que apenas me permitía tener un descanso

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Con cada día que pasaba Azael estaba más cerca de nosotros y esa era la razón por la que apenas me permitía tener un descanso. Solo habían pasado dos semanas desde que iniciamos formalmente los entrenamientos, pero trabajábamos con tanto ahínco que mi mente, cuerpo y magia estaban mucho más fuertes que antes.

Gracias a mi entrenamiento cósmico me era mucho más fácil concentrarme y manejar mi energía, además de que cada día lograba conectarme un poquito más con el bosque. Por otro lado, mi cuerpo se hacía tan fuerte como mi mente gracias a Joham y Aiden me había enseñado algunas técnicas de defensa que me ayudaron a ganarle en unos cuantos combates, aunque no llevábamos la cuenta.

Y la magia era mi parte favorita del día. Arus era un buen maestro y aunque aún no llegábamos a los niveles más altos, estaba aprendiendo a manejar todo rápidamente. A esas alturas había aprendido a hacer campos de fuerza y escudos de fuego, hechizos de hielo, esferas de lumbre y látigos de aire, a veces todo junto. Ahora desaparecer era tan fácil como respirar y Arus me había enseñado a flotar en el aire gracias a la fuerza de mi viento. Aún no había señales de que pudiera utilizar la tierra, pero mi abuelo seguía seguro de que podía hacerlo.

En ese momento él y yo estábamos luchando en la nada del universo. Arus era tan ágil y poderoso que era un rival digno, así que todos los días aprendía algo nuevo de él. Los dos nos sumergimos en la batalla por completo, lanzándonos hechizos y protegiéndonos con escudos, nuestra creatividad era el límite.

Aunque rara vez lograba hacerle daño o acertar con algunos de mis ataques, en cada entrenamiento me volvía un poco más rápida y atacaba con inteligencia, por lo que Arus tenía que estar mucho más atento a mí que al principio.

Cuando un látigo de humo gris salió disparado en mi dirección se estrelló en contra de una pantalla de agua que alcé frente a mí y le impidió alcanzarme. Él retrocedió con una sonrisa y una mirada un tanto salvaje, así que dejé caer el agua y dos lenguas de fuego volaron hacia él empujadas por mi viento.

Saltó ágilmente y atacó desde arriba, así que me agaché por instinto y alcé mis brazos para que un campo de fuerza dorado me cubriera por completo. Cuando Arus golpeó contra él sentí como mis huesos temblaron e intenté recordar cuánto tiempo llevábamos entrenando, probablemente más de dos horas...

Arus me envolvió con gruesos látigos de humo gris y el campo de fuerza —tan dorado como los ojos de Ezra— se desvaneció por completo y el humo me impidió ver donde estaba mi rival, así que salté para poder salir de esa nube gris y justo en ese momento algo golpeó mi hombro.

Él solía acertar con mucho más frecuencia que yo, así que sus hechizos no contenían toda su fuerza de hada. Sin embargo, cuando me alcanzaban lograban dejarme aturdida durante algunos minutos.

Caí sobre el espejo de agua y me abracé el hombro esperando a que el dolor remitiera. El humo se disipó y logré divisar su figura acercándose a mí.

SunForest 4. Ada Rey.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora