«Después de todo yo era Ada Rey, la princesa de Sunforest. Hace relativamente poco descubrí que no solo tenía un hermano mayor, también encontré a mi familia biológica, un reino que me pertenecía y una profecía que arruinaba todo.
Menudo lío en el...
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«Ada»
Escuchar mi nombre me hizo emerger de nuevo hacia la consciencia, abrí los ojos y me encontré a Arus inclinado sobre mí, con una de sus manos en mi hombro.
«Es hora del entrenamiento» —explicó cuando lo miré desconcertada.
Alcé un poco mi cabeza y descubrí que Ezra y yo seguíamos en la misma posición, aunque sus brazos se habían deslizado hasta la cama y ya no me sujetaba. Sus ojos estaban cerrados de nuevo, así que Arus estaba hablando dentro de mi mente para no despertarlo.
«Él recuperó el conocimiento» —le avisé aliviada.
Arus sonrió.
«Esas son buenas noticias»
Hizo un gesto con su cabeza para que saliera de la cama y, a pesar de que intenté hacerlo con todo el cuidado del mundo para no interrumpir su sueño, Ezra se removió y alzó sus párpados en cuanto sintió la falta de mi cuerpo.
—¿Ada?
No tardó en percatarse de la presencia de Arus y nos observó con confusión.
—Es hora de mi entrenamiento —le expliqué con cariño—. Descansa un poco, volveré más tarde.
Ezra asintió con comprensión y volvió a mirar a Arus.
—¿Loan?
—Él está bien —lo tranquilizó— ¿quieres que lo llame?
Ezra asintió de nuevo y me sentí un poco más tranquila al saber que él no se quedaría solo.
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Después de entrenar con Arus y sentirme muy orgullosa por haber logrado dominar los cuatro elementos en una misma sesión, volví al castillo y pasé por la cocina para poner una copiosa cena para dos en una bandeja dorada, ya que me estaba muriendo de hambre y seguramente Ezra también.
Encontré a Joham y Amira cenando con mis padres adoptivos y no pude evitar sonreír al verlos juntos, charlando tan tranquilamente. Los saludé con alegría y les di la buena noticia en cuanto notaron mi buen humor. Todos ellos también parecieron relajarse al escuchar que Ezra se encontraba bien y consciente.
