Capítulo 49. Danza.

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«Danza»

Ezra tomó mi mano y volvimos a las praderas, esa vez mucho más cerca del enorme palacio y lejos de las hadas

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Ezra tomó mi mano y volvimos a las praderas, esa vez mucho más cerca del enorme palacio y lejos de las hadas. De hecho, aparecimos a espaldas de él, en medio de un campo lleno de tulipanes de colores, con brillantes chispas plateadas naciendo de los pétalos para flotar en el aire y contrastar con el atardecer. A simple vista no podía contar cuántas flores había, pero seguro eran millones.

—¿Es aquí? —pregunté algo confundida.

—Cuando un hada muere —explicó Ezra, guiándome por el campo— vuelve a la tierra y nace una flor.

—Eso es hermoso —pensé al recordar los tenebrosos cementerios que había en la Tierra.

—Las flores también tienen un ciclo, se quedan algunos cientos de años y después se marchitan para dar paso a un nuevo tulipán. Todo es un círculo.

Con mi mano libre traté de atrapar algunas de las chispas plateadas, pero era como intentar sostener el aire.

—¿Qué es? —estaba medio hipnotizada por ellas.

—Polvo de hadas. —Respiré bruscamente y sus ojos cayeron sobre mí, pero malinterpretando mi reacción—. Te dije que esto no era necesario —me recordó.

De hecho, lo era. El universo funcionaba de maneras tan misteriosas que acababa de encontrar lo que necesitaba... y ni siquiera lo estaba buscando. ¿Acaso esto era una señal? ¿Este camino me estaba guiando para traer a Jared de vuelta?

—Solo me sorprendí —mentí—, creí que el polvo de hadas era cosa de cuentos.

—Así lo llamamos —explicó— aunque en realidad es como energía pura que protege a las flores y nuestras praderas.

—¿Cómo sabes cuál es Estrella? —señalé a los tulipanes.

—Su energía me llama. 

Nos detuvimos frente a un hermoso tulipán rosa pálido con sus delicados pétalos entreabiertos. Su tallo era tan alto que casi nos llegaba a las rodillas y sus grandes hojas verdes acariciaron la piel desnuda de mis piernas, como si me estuviera dando la bienvenida.

—Aquí la tienes —susurró Ezra.

Solté a mi novio y me puse de cuclillas para poder examinar la flor mientras abrazaba mis rodillas. Algunas chispas plateadas nacían de su centro para perderse en el aire y me quedé observándola un buen rato, tratando de imaginar cómo había sido la madre de Ezra, si tendría esos bonitos ojos color miel de su hijo, si él había heredado la valentía de ella.

Aún no podía creer que nuestros destinos se estuvieran entrelazando de esta manera, que ella murió por ser parte del rescate de Amira cuando yo aún estaba en su vientre, sin saber lo mucho que yo llegaría a significar para su hijo y él para mí. Sin saber que Ezra y yo estábamos destinados a ser almas gemelas.

SunForest 4. Ada Rey.Where stories live. Discover now