«Después de todo yo era Ada Rey, la princesa de Sunforest. Hace relativamente poco descubrí que no solo tenía un hermano mayor, también encontré a mi familia biológica, un reino que me pertenecía y una profecía que arruinaba todo.
Menudo lío en el...
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Después de bañarme, cambiarme y recibir un montón de frases tranquilizadoras por parte de Ezra, tomé su mano para arrastrarlo junto conmigo al gran estudio. Él se negó al principio jurando que no tenía derecho alguno a asistir a ese tipo de reuniones, pero una mirada de mi parte bastó para que entendiera que yo lo necesitaba ahí, conmigo. Entonces se calló y me siguió.
Sabía que esa no sería una conversación privada, aún así me sorprendí al encontrar a más personas de las que esperaba. Joham y Amira estaban sentados al centro, luciendo bastante tensos. Por supuesto, Dandelion estaba sentado a su derecha, ocupando el puesto de consejero real que Jared me llegó a explicar una vez. Para mi sorpresa Aiden también estaba sentado ahí, al lado de su padre, y en cuanto Ezra y yo entramos nos dedicó una mirada inexpresiva, marcada por unas intensas ojeras que antes no tenía. Lucía tan perdido como yo por encontrarse en ese lugar.
Arus estaba de pie detrás de Joham, muy serio y con los brazos cruzados sobre su pecho. Apenas miró a Ezra cuando entró junto conmigo y eso me alivió un poco, al menos ellos lo esperaban y no lo apartarían de mí.
Por otro lado, Enid flotaba por toda la estancia, tan delicadamente que parecía que estaba bailando sobre nuestras cabezas. Aquello parecía poner a todos de mal humor y, sabiendo eso, lo más seguro es que ella lo estuviera haciendo intencionalmente.
Era tan extraña, como si fuera una adulta y una niña al mismo tiempo.
La bruja se dejó caer en la mesa al percatarse de nuestra presencia y caminó a lo largo de ella sin apartar su vista de mí. Ezra me jaló consigo y nos sentamos en dos sillas libres que estaban a un lado de Joham.
Miré a todos sin decir nada y subí mis piernas para abrazarlas en contra de mi pecho, sintiéndome de pronto algo intimidada.
—Gracias por acceder a esto —dijo Joham en voz queda y después volvió a gruñir al ver a la bruja caminando lentamente en mi dirección—. Enid, bájate de la mesa.
—No —replicó ella.
Joham masajeó su ceño para disminuir el dolor de cabeza que seguro tenía.
—Está bien —se rindió— haz lo que quieras.
—No necesitaba tu permiso para hacerlo.
Él apretó los labios, pero Amira posó una de sus manos suavemente sobre su hombro y Joham tomó una larga respiración para no perder el control. Yo pasé saliva cuando la temible niña se detuvo frente a mí, pero enfrenté sus ojos y las dos nos miramos largamente. No me atreví a bajar la vista y de alguna extraña forma eso pareció gustarle.
—Sé lo que estás sintiendo —dijo por fin. Yo me tensé pero no dije nada. ¿Cómo podría saberlo? Ella ni siquiera me conocía—. Sé que te sientes culpable por la muerte de Jared.
