Su amor ha demostrado ser más fuerte que aquellos obstáculos en el camino, pero su historia apenas comienza. Después de sobrevivir a una guerra y otros eventos que han puesto a prueba su unión y lealtad, Jonathan y Olivia se enfrentan a nuevos desaf...
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2 de enero 1873.
White Oak Lands, Minnesota.
—¿Cuánto tiempo permitirás que se queden con nosotros?
—¿Quiénes?
—Los Deering, madre ¿Quién más?
Olivia se sentó en el sofá frente a su hijo, acomodó los hilos de su costura para que no se enredaran mientras tejía y retomó el proceso.
Estaba en el salón, haciendo una gorra para cuando Elizabeth naciera y Eli le hacía compañía junto con Adrian y Amelia. Eli estaba sentado, mirando como su madre y su hermana tejían y Adrian se acostaba en el sofá, apoyando su cabeza en la pierna de su hermano con su atención puesta en un libro que leía.
—Pues no lo sé, Eli, hasta que lo necesiten.
—Ni siquiera están intentando buscar una casa para mudarse.
—Y tampoco tienen presión de hacerlo, no nos molestan en la casa.
—Difiero —confesó y Olivia se rio—. Hablo en serio, madre.
—Bueno, el día que esta casa sea tuya podrás decidir quienes se hospedan y quienes no y por cuanto tiempo, hasta entonces es mi decisión y de tu padre.
—¿Y papá está de acuerdo?
—Cómo si le interesara —murmuró Adrian y se rio—. Siempre deja que mamá decida.
—Lo cual deberías aprender a hacer, Eli.
—No tengo problema dejando que decidas, simplemente no me agradan los Deering.
—¿Por qué?
Se abstuvo de dar la explicación que tenía pues no deseaba tener que enfrentar aquella amenaza de Odelia que podía perfectamente acabar con la reputación de su familia. Decidió encogerse de hombros y apartó la mirada centrándose en la puerta.
Se aburría bastante en la casa sin mucho por hacer y como tampoco tenía mucha tarea y la que tenía era fácil, sus tardes quedaban libres. A veces estaba con Adrian, pero hacía semanas que las cosas entre ellos eran tensas, lo aceptaba y lo amaba de todas formas porque era su hermano, pero no podía olvidar que Adrian se veía a escondidas con Rian y no sabía si permitiéndolo lo estaba ayudando o lo perjudicaba aún más. Su abuelo, James Taylor, a quién había creído muerto toda su vida estaba de regreso y ni siquiera era tan viejo como imaginaba, se veía tal como lo recordaba. En esos momentos James estaba durmiendo, porque aún era temprano y los mayores de la casa descansaban hasta cerca del mediodía si querían, así que tampoco podía pasar el tiempo con él y aunque pudiera, no estaba seguro de querer. Era extraño volver a ver a James después de todo lo que había sucedido en su vida.
Seguía evitando a Odelia y las pocas veces que no la evitaba terminaban insultándose mutuamente sin necesidad de groserías. Ella se burlaba de él y él de ella, usaba metáforas para señalar su falta de inteligencia y había dejado muy en claro en presencia de otros hombres que la consideraba una caza fortunas. Odelia lo odiaba por eso y él simplemente no la toleraba. Pero al menos no había hecho públicas sus falsas acusaciones y mantenía su palabra.
