Su amor ha demostrado ser más fuerte que aquellos obstáculos en el camino, pero su historia apenas comienza. Después de sobrevivir a una guerra y otros eventos que han puesto a prueba su unión y lealtad, Jonathan y Olivia se enfrentan a nuevos desaf...
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3 de abril 1983. Clyde, Minnesota.
Olivia despertó cuando sintió los labios de Jonathan recorriendo su mandíbula y descendiendo hacia el cuello de su remera. Sonrió, removiéndose en la cama para arrastrarlo hacia su cuerpo y él se quitó la remera antes de acomodarse sobre ella y se entregó a sus labios. Le gustaba despertar con su atención y sus caricias, saber que estaba a segundos de hacerle el amor, aunque tuviera que seguir cuidando de su herida y más aun que él la tocara en su antigua cama a pesar de que los tiempos fueran distintos a su alrededor y siguiera sintiéndose igual de mágico.
—Tu herida...
—Estoy bien —aseguró levantándole la cadera para poder quitarle el pantalón—. Quiero hacer esto, ángel.
—No quiero que te hagas daño.
—No tocarte me hace daño —confesó regresando a su boca.
Dejó que el pantalón cayera al suelo y Olivia se enderezó para quitarse la remera y lo besó cuando él volvió a caer sobre ella. No quería apresurarse y terminar lastimándolo, por eso se tomó su tiempo para tocarlo y que él disfrutara tanto como ella de sus carnes apretándose. Le bajó el pantalón, gimiendo al sentir como su miembro se apretaba contra su sexo, con la tela de su tanga interponiéndose y se frotó contra él, moviendo sus caderas para que Jonathan no tuviera que hacerlo.
Lo escuchó gemir contra sus senos, mientras los chupaba y lamía sus pezones y acarició su cabello, susurrando su nombre sin poder contenerse. Jonathan le retiró la tanga, absteniéndose de romperla como había hecho con las últimas dos y volvió a acomodarse sobre su cuerpo completando sus intenciones de adentrarse en su interior.
—Suave, Jona, no quiero que te hagas daño.
—No puedo resistirme a ti, Liv...A lo mucho que te amo y te deseo a cada segundo —. Se salió de su interior para acostarse a su lado y la atrajo para que lo montara—. Tu hazlo.
Olivia trepó sobre su cuerpo, evitando tocar la herida en su vientre y agarró la base de su miembro para guiarlo hacia su interior y dejarse caer lentamente sobre su longitud. Gimió, al igual que él, cuando sintió como sus carnes se rozaban con las suyas y apoyó las manos en la almohada para poder inclinarse sobre él y besarlo.
Se movió con calma, porque no quería hacerle daño y porque quería disfrutar de hacer el amor con él. Quería que ambos disfrutaran de cada segundo que pasaban juntos y pudieran besarse y acariciarse mientras el orgasmo crecía en sus vientres y amenazaba con estallar en cualquier minuto.
La herida de Jonathan había pasado de ser tres agujeros de bala en su vientre a un corte vertical desde el comienzo del abdomen hasta unos dedos por debajo del ombligo, los doctores habían tenido que abrirlo para poder buscar cualquier daño interno que los disparos podrían haber provocado en sus órganos y, por lo tanto, le había quedado la herida de la operación en su piel. Estaba cosida y algunos de los puntos ya habían sanado, pero todavía era peligroso que Jonathan se moviera más de lo necesario.
