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05 de julio 1884

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05 de julio 1884.
Nottingham, Inglaterra.

El invernadero de los Kimberly era lindo, aunque algo triste comparado con el que Olivia tenía en su casa. Casi todas las plantas que encontraban eran de adorno, probablemente las que su hija usaba para decorar la casa y aunque podían tener algunas propiedades medicinales, no era nada que le resultara impresionante o de utilidad.

No tenían Blechum Brownei, Tithonia diversifolia, Kalanchoe pinnata o tan siquiera Rauvolfia tetraphylla. Esas eran plantas que ella siempre tenía en su casa para curar algunas heridas e inflamaciones de golpes e incluso tratar la tos de sus niños cuando engripaban. Eran una buena alternativa a los remedios modernos, aunque no tan efectiva indudablemente.

Limpió algunas de las plantas, asegurándose de curarles de los insectos para que pudieran florecer sanamente y las regó con un poco de agua del lago.

Era una mañana tranquila para ella, Jonathan estaba ocupado con Elizabeth, siendo arrastrado por toda la casa para que pudiera ver las muñecas de tela que sus sobrinas tenían y el resto de sus hijos estaban descansando o pasando un tiempo con sus propias familias, lo cual apoyaba y por eso decidía no interferir.

Le provocaba un sentimiento extraño el ver que todos crecían tan rápido y avanzaban con sus vidas. Todavía podía recordar claramente cuando los había tenido o adoptado, lo hermoso que había sido para ella recibirlos en su familia. Recordaba el nacimiento tan caótico de Marie, en medio de la guerra y en una época en la que ella todavía luchaba para adaptarse a las circunstancias y encontrar su lugar, confundida e indecisa entre lo que el destino esperaba de ella. Recordaba cuando habían adoptado a Darrin, ese niño alocado y sin zapatos, que nunca se callaba y había intentado robarle el caballo al hombre equivocado. O tal vez el hombre correcto, pues sus intentos de robarle el caballo le habían conseguido una familia cuando más la necesitaba.

También recordaba el viaje al orfanato, donde había adoptado a Amelia y sus hermanos. Había sido una gran coincidencia que todos estuvieran allí ese día y en necesidad de unos padres. Había sido una coincidencia perfecta. También recordaba cuando Gwendoline había llegado a White Oak, sola y desprotegida y poco después también Eleonora. Ambas habían entrado a la familia a las pocas horas de haber llegado a White Oak y Olivia jamás lo había lamentado.

El parto tan complicado de los mellizos o el de Aiden y Katherina, que habían sido mucho más fáciles y tranquilos. Recordaba el día en el que se había quedado atrás en Nueva York y había encontrado a Owen y sus hermanos. Incluyendo a un indefenso y recién nacido Grayson, a quién había amamantado de su propio pecho para mantenerlo con vida.

Recordaba el nacimiento de Geordie como si fuera ayer y recordaba el de Elizabeth, con todos los miedos y emociones amontonándose en su pecho.

Pero por sobre todo, recordaba a Adrian y Eli...A su pequeño Luke. Ellos podrían no ser sus hijos biológicos, pero la habían convertido en mamá por primera vez. Le habían dado un propósito para seguir luchando incluso aunque las circunstancias le empujaran a rendirse. Por primera vez, le habían mostrado que el mundo era más grande que ella y había luchado por algo más que su propio bienestar. Con sus tres pequeños había aprendido lo que significaba realmente ser madre; el amor, el sacrificio y la felicidad. Y era un regalo tan preciado que jamás cambiaría.

Vidas cruzadas: El ciclo. #2 COMPLETA. +18. BORRADORDove le storie prendono vita. Scoprilo ora