Su amor ha demostrado ser más fuerte que aquellos obstáculos en el camino, pero su historia apenas comienza. Después de sobrevivir a una guerra y otros eventos que han puesto a prueba su unión y lealtad, Jonathan y Olivia se enfrentan a nuevos desaf...
Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.
28 de agosto 1873. Pleasant Hill, Iowa.
—No van a poder trancar estas puertas —comentó el herrero cuando terminó de forzar una de las cerraduras—. Hay que remplazar las cerraduras, puedo volver otro día a hacerlo si quieren.
Olivia asintió y en cuanto el hombre forzó el último cierre de la cerradura, la puerta se abrió por sí sola hasta tocar la pared del otro lado y regresó con la misma fuerza hacia ellos, solo que se detuvo antes de llegar al marco.
El herrero se marchó hacia la otra sala con Jonathan acompañándolo y Olivia empujó la puerta para que se abriera y entró en el salón de dibujo con sus hijos. Todo estaba completamente oscuro allí adentro, las enormes y gruesas cortinas bloqueaban el paso de la luz y el aire se había condensado en una nube de polvo y humedad. Le pidió a los más pequeños que no entraran todavía para que no respiraran toda la mugre y con sus hijos más grande, empezaron a correr las cortinas y abrir ventanas.
Fue extraño notar que los muebles estaban ubicados en posiciones extrañas, el sofá que debía ir enfrente a las ventanas estaba atravesado en el medio del salón, las sillas algunas se encontraban caídas y otras enfrentando la pared y aunque las estatuas adornando la habitación parecían estar en la posición correcta, podían notar que todas se encontraban mirando hacia la puerta abierta que daba hacia el segundo salón de dibujo.
Fue abriendo las ventanas y cortinas de todas esas habitaciones y notó que, en casi todas, los muebles estaban corridos y dispersos por la habitación de forma desorganizada.
No lo pensaron demasiado porque necesitaban los dormitorios y acomodaron todo otra vez para empezar a limpiar. Laurissa y Amelia ocuparon una de las habitaciones de ese lado de la casa, Adrian ocupó otro y Aiden pidió para dormir con él así que se instalaron juntos y el último dormitorio disponible se lo quedaron los mellizos.
Con esa nueva zona de la casa habilitada tenían más espacio para toda la familia y ya no debía apretar a tres de sus hijos en una misma cama. Estuvo limpiando gran parte de la mañana con la ayuda de las mucamas y Charlotte se encargó de preparar el almuerzo con las hijas de Olivia.
—¿A qué horas volverás? —preguntó una vez Jonathan le avisó se marcharía y decidió acompañarlo hasta la salida.
—Probablemente para la cena. ¿Estás bien en la casa?
—Sí, es un poco...rara, pero no es fea —. Se quedó en el porche de hormigón y le acarició el torso antes de besarlo—. Cuídate ¿sí? Y envía a alguien a avisarme si llegarás más tarde, no quiero pasar mi noche preocupada.
Asintió y le sujetó el rostro con ambas manos para pegarla a sus labios.
Le gustaba besarla, tanto que algunas veces le parecía imposible separarse de su piel. La atrajo desde la cintura hacia su cuerpo y ella sonrió contra su boca y lo rodeó por el cuello.
