Su amor ha demostrado ser más fuerte que aquellos obstáculos en el camino, pero su historia apenas comienza. Después de sobrevivir a una guerra y otros eventos que han puesto a prueba su unión y lealtad, Jonathan y Olivia se enfrentan a nuevos desaf...
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25 de noviembre 1884. Wimpole Hall, Cambridge.
Cuando Olivia vio el largo camino que tenían desde el portón principal hasta su nuevo lugar de hospedaje para atravesar el invierno, le pidió al chofer que la dejara en la entrada para aprovechar a caminar y el carro continuó hasta la puerta llevándose a sus hijos y equipajes. No le sorprendió que Jonathan bajara inmediatamente con ella para hacerle compañía, no solo era una excusa para estar solos, sino que además le gustaba poder disfrutar del paisaje con ella.
Eran metros y metros de tierra perfectamente mantenida por los jardineros de la casa y un amplio camino de grava que llevaba hacia las enormes escaleras del porche. Incluso desde la distancia podía apreciarse la gran mansión de dos y tres pisos. Wimpole Hall ya venía con su numeroso personal, pero los Morgan estarían dejando que Edgar y Charlotte tomaran el control de ellos y las cocineras y mucamas que los acompañaban. Estarían hospedándose en esa casa por varios meses, así que era indispensable que todo estuviera en excelente orden y funcionara sin interrupciones. La ventaja era que estaban cerca de la ciudad, por lo que podían fácilmente hacer compras en cuestión de un viaje de hora y media.
—Cuando dijiste que habías conseguido una gran casa, imagine algo grande, pero esto es...Guau.
—Considerando el numero de personas con las que viajamos, me pareció lógico conseguir un lugar donde fuéramos a estar cómodos y gozar de intimidad —explicó con un brazo flexionado hacia su vientre para que ella pudiera sujetarse de él—. Tuve suerte de que el dueño se muriera justo cuando andaba revisando el mercado.
—Jona, no digas algo tan trágico con un tono tan indiferente.
—¿Qué? Ni siquiera lo conocía y ya estaba viejo —. Olivia se rio entre el asombro y rodó los ojos—. Pero me tomé la libertad de pedirle a los empleados que revisarán todo el lugar para asegurarnos de que no hay asesinos ocultos.
—Uf, gracias a Dios te acordaste, aunque realmente creo improbable que nos suceda dos veces lo mismo.
—Mejor no tentar al diablo —aconsejó y ella asintió con una sonrisa—. Busqué un lugar que tuviera mucho jardín porque sé que te gustan las flores y tus caminatas antes del té.
—Eres muy atento, amor, muchas gracias. Realmente este lugar es fantástico y no quiero ni imaginar cuando estará la renta.
—¿Renta? Ángel, lo compré.
Olivia se detuvo en seco y sus ojos se encontraron cuando él se detuvo para mirarla confundido.
—¿Tu qué?
—Solo era un par de miles de dólares, no estaba tan caro, aunque si me cobraron extra por los caballos y estoy segurísimo de que lo hicieron por gusto sabiéndose que tengo dinero —protestó, pero ella todavía no salía de su asombro.
