Su amor ha demostrado ser más fuerte que aquellos obstáculos en el camino, pero su historia apenas comienza. Después de sobrevivir a una guerra y otros eventos que han puesto a prueba su unión y lealtad, Jonathan y Olivia se enfrentan a nuevos desaf...
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18 de marzo 1880. White Oak Lands, Minnesota.
Olivia se quedó en silencio mirando a Ethan mientras su pequeña mano estaba en la suya. No se percató de que había quedado muda hasta que su hija comenzó a llamarla agitando una mano frente a sus ojos que la hizo parpadear y regresar en sí forzando una sonrisa.
—¿Estás bien, mami?
—Sí...Sí, sí, estoy bien, creo que me mareé por un momento —mintió, obligándose a reír—. ¿Qué estaban haciendo ustedes dos?
—Ethan me estaba enseñando a leer y pintamos juntos, mira.
Ambos le enseñaron sus dibujos y Olivia los tomó en sus manos, intentando contenerse para no empezar a llorar. Tragó saliva con fuerza viendo las hojas y volvió a forzar una sonrisa, ni siquiera era capaz de prestar atención al dibujo que acababan de entregarle. Ethan había hecho un campo con caballos y Elizabeth un castillo con una princesa rodeada por un dragón, pero no les prestó atención. Los miró a ellos de reojo y se obligó a inventar algún cumplido antes de devolverles las hojas.
—¿Tomaron la leche?
—Sí, Bettie nos preparó la leche.
—Y galletas —agregó Ethan—. El pastel de frutas estaba muy rico, yo nunca había comido pastel de frutas.
—Es la receta secreta de mamá, ella dice que cuando sea mayor podré conocerla. ¿Verdad, mami?
—Por supuesto.
Volvió a mirar a Ethan y sintió que se mareaba esta vez sinceramente. Parecía confundir a su cerebro el ver a Ethan Jones, su abuelo, pero cuando era tan solo un niño. Lo recordaba únicamente de mayor, Ethan era ya un hombre de más de setenta años cuando Olivia había nacido y en toda su vida solo había conocido esa versión de él; la anciana. Ahora estaba ante su versión más joven y probablemente podría conocer todas sus otras etapas; adolescente, joven y adulto.
Se le formó un nudo en el pecho y su vista se tornó borrosa.
—¿Está tu padre en la casa...E...Ethan?
—Se fue hace un rato, pero dijo que me vendría a buscar antes de la cena.
—Oh, está bien. Los dejaré para que sigan jugando entonces.
Se fue hacia la puerta, tropezando un poco con sus pies al quedárseles viendo.
Ethan acababa de correr la silla para que Elizabeth se sentara y mientras ella pintaba y le hablaba de todos sus hermanos, él la escuchaba y se sentaba en el suelo junto a la enorme casa de muñecas que ella tenía. Abandonó la habitación, apresurándose por el pasillo y apoyó una mano en su corazón cuando lo sintió latiendo demasiado rápido, no se estaba sintiendo muy bien. Estaba mareada y por primera vez sentía que la ropa le sofocaba y que la habitación se achicaba. Recostó su cuerpo en la pared del corredor, inclinándose un poco para intentar calmarse y tomó grandes bocanadas de aire.
