Su amor ha demostrado ser más fuerte que aquellos obstáculos en el camino, pero su historia apenas comienza. Después de sobrevivir a una guerra y otros eventos que han puesto a prueba su unión y lealtad, Jonathan y Olivia se enfrentan a nuevos desaf...
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21 de febrero 1880. White Oak Lands, Minnesota.
Nevaba afuera de la casa, pero adentro del dormitorio, la estufaba estaba encendida, con los leños chispeando y ardiendo lentamente, llenando el silencio que los rodeaba. Olivia estaba desnuda en los brazos de Jonathan, acostada contra su pecho con su brazo pasando por debajo de su cabeza y doblándose hacia su espalda para acariciarla. Él también estaba desnudo, con las mantas cubriendo sus caderas y al poder tocarlo, Olivia trazaba las cicatrices en su vientre y las líneas de sus abdominales.
—Debería levantarme ya...
—No hay prisa, ángel, los niños pueden dormir un rato más —aseguró, reteniéndola contra su pecho para que no lo dejara—. Me gusta estar así contigo.
—A mí también, siento que con todas las fiestas de estos últimos meses apenas tuvimos tiempo.
—Lo sé, por eso detesto las fiestas —. Se impulsó desde los brazos para acostarse sobre ella y apartó las mantas que se enredaban en sus cuerpos y ocultaban sus curvas de la vista—. Te alejan de mí.
Sonrió y un gemido se formó en su pecho cuando él empezó a repartir besos por su vientre, descendiendo hasta puntos que la volvían loca, demasiado cerca de su sexo y demasiado lejos al mismo tiempo. Jugó con su cabello, enrollando los mechones algo largos que tenía mientras él se entretenía entre sus piernas y gimió cuando sintió su aliento caliente golpeando su clítoris.
—¿Estás intentando volverme loca?
—Tal vez... —murmuró con una sonrisa besó sus pliegues—. O tal vez solo quiero disfrutar del momento antes de que me remplaces por tus hijas.
—Que te recuerdo también son tus hijas. No puedes estar celoso de tus propias hijas.
—Pues estoy muy celoso, mi mujer ya no me presta atención.
—Mentira, estoy aquí ¿o no?
—Porque prácticamente te he obligado a quedarte en la cama —señaló y cuando fue a apartarse de entre sus piernas, ella lo empujó de regreso—. Y ahora resulta que solo me usas para que te de placer...Que terrible es esto, ángel.
Se rio y sin poder evitarlo gimió cuando su lengua se deslizó entre sus pliegues y empezó a lamerla y chuparla como quería. Era una sensación adictiva la que sentía cuando él la tocaba, el calor se extendía por todo su cuerpo y su piel empezaba a arder como si un volcán estuviese formándose en su interior.
Se sentó, tirando de él para que la besara y sus bocas se encontraron hambrientas. Trepó sobre su cuerpo, gimiendo cuando sintió sus carnes apretándose entre sí y Jonathan la envolvió en sus brazos y bajó su atención hacia sus pechos, chupando sus pezones y lamiéndolos mientras ella gemía y lentamente lo adentraba en su interior.
Se acostó sujetándola por las caderas y disfrutó de verla sobre él, montándolo, adentrándolo en su interior y retirándolo con lentitud, volviéndolo locos a ambos. Su larga melena castaña caía sobre su cuerpo y cubría casi toda su espalda, hasta acariciar los muslos de Jonathan provocándole cosquillas. La atrajo hacia su boca, sujetándola desde la nuca y la besó mientras invertía los lugares.
