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19 de octubre 1873

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19 de octubre 1873.
Pleasant Hill, Iowa.

Jonathan se quedó con su revolver cerca cuando empezó el nuevo día para los preparativos de la comida familia. No había visto a nadie en la propiedad la noche anterior, cuando había dado una vuelta a los alrededores, pero tanto él como Olivia recordaban claramente las luces alumbrando el circulo de piedras, así que descartaban la posibilidad de haberlo soñado.

Jonathan temía que alguien se hubiera infiltrado en la casa, pero Olivia empezaba a creer en las ideas de los más pequeños, aunque no pensara fuera posible. Quizás si había un fantasma después de todo.

Aunque ansiaba indagar más a fondo en lo sucedido, diecinueve de octubre era el día en el que celebraban el cumpleaños de Oliver, así que se obligó a alejar pensamientos negativos que pudieran arruinar el día y puso todas sus energías en preparar una comida para toda la familia en el jardín.

No hacía más de dieciocho grados esa tarde, así que no estaban congelándose por comer afuera, pero tampoco podían decir que hacía calor. El sol brillaba y había una brisa agradable soplando y ese podía ser el último día con un buen clima que disfrutarían ese año.

—¡La carne, Jonathan!

Jonathan se atoró con el pan relleno que estaba comiendo y abandonó la mesa, provocando que Katherina tuviera que bajarse de sus piernas para permitirle ir a revisar las carnes que se asaban sobre un fuego que habían armado en el jardín. La carne asada era mucho más rica que cualquier otra, pero consumía bastante tiempo y atención, que Jonathan a veces olvidaba.

Olivia asomó desde la cocina hacia la mesa que tenían en el jardín trasero y miró como Jonathan daba vuelta la carne con las enormes pinzas de metal.

—¿Se ha quemado?

—Tal vez un poco...Igual la comeremos.

—Lo contento que estaría Ollie si estuviera aquí, dame la parte quemada —. Agarró un plato para que Jonathan le pusiera los pequeños trozos carbonizados y ella lo envolvió en el trapo que colgaba de su hombro—. Mañana puedes llevarlo a la ciudad y dárselo a los perros callejeros, he visto que hay varios.

—¿No podríamos adoptar a los perritos? —inquirió Marie desde la mesa consiguiendo que Jonathan negara—. Pero están solos y tristes y nosotros tenemos mucho espacio.

—Ya tiene un perro y eso es suficiente.

—Y un gato —agregó Katherina—. Aun no lo tenemos, pero ya llegará, papá dice que viene en camino.

Era una pequeña mentira que le había dicho a su hija para que dejara de preguntarle todos los días por el maldito gato. Le había dicho que lo debían enviar desde el otro lado del océano y demoraría demasiado, afortunadamente Katherina había caído de ojos cerrados en la mentira y eso le daba a Jonathan mucho más tiempo para conseguirle el gato.

Vidas cruzadas: El ciclo. #2 COMPLETA. +18. BORRADORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora