Su amor ha demostrado ser más fuerte que aquellos obstáculos en el camino, pero su historia apenas comienza. Después de sobrevivir a una guerra y otros eventos que han puesto a prueba su unión y lealtad, Jonathan y Olivia se enfrentan a nuevos desaf...
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26 de julio 1884. Hyde Park, Londres.
En la tarde después de haber regresado de su paseo con Elizabeth, Jonathan estaba sentado en el sofá y la ventana abierta para ventilar el salón pues Olivia había encendido algunos inciensos que se había comprado de camino a la papelería y Jonathan no soportaba el horrible olor, pero tampoco podía decirle mucho, pues ella se paseaba con un humor...delicado.
Y él no estaba de mejor humor tampoco.
Debía reconocer, que, aunque amaba a Olivia con su vida, esas fechas estaban provocándole dolor de cabeza. No le importaba el gasto de dinero y no le importaba que ella se pasara su día yendo de reunión a reunión, pero detestaba que apenas pudieran disfrutar de una cena tranquila, así como detestaba tener que ir a todos esos eventos que no le interesaba sabiendo que sus hijas buscaban un marido para abandonarlo.
Y apenas iban tres días.
En el salón, también estaban sus hijos e hijas, habían apartado todos los muebles para dejar un espacio donde sus hijas intentaban aprender a bailar con la ayuda de sus hermanos.
—Deja de intentar guiar el baile —pidió Adrian sosteniendo a su hermana—. Solo debes dejarte dirigir.
—Pero siento que me voy a caer.
—Claro que no, te estoy sujetando. Vamos, otra vez —. Empezaron a girar por la habitación en el reducido espacio que tenían y Zenia se aferró a su hermano, provocando que él se riera—. Que no te vas a caer, Zenia.
—Realmente siento que sí.
Se apartó de él, con sus manos temblorosas por el intento tan desastroso y tomó asiento en el sofá al borde de las lágrimas.
—Seré el hazmerreír. Mejor no iré, no puedo ir.
—No puedes rendirte —corrigió Marie—. Lo intentaremos hasta que nos salga. Mi turno.
Adrian se sentó para descansar y en su lugar se puso Peter.
Hizo una pequeña inclinación y ella una reverencia, la atrajo hacia su cuerpo, envolviendo su cintura con un brazo, hasta que su mano reposo sobre su espalda alta y entrelazaron sus otros dedos permitiendo que sus brazos permanecieran extendidos. Ella dejó su mano libre sobre su hombro y empezaron a bailar por el salón, girando al ritmo que Peter marcaba, prácticamente cargándola en sus brazos con cada paso.
Zenia suspiró al verlos y Adrian tomó su mano y la reconfortó.
—Seguiremos practicando el resto del día, no desesperes.
Jonathan escuchó el timbre sonar por sobre las risas de sus hijos mientras Gwendoline practicaba con Hardy y alzó la vista de su libro para mirar hacia el pasillo. Esperó para ver a Edgar pasar hacia la puerta e intentó ver por la ventana hacia el porche, pero no alcanzó. Esperó otro minuto y cuando Edgar no apareció, maldijo y se puso de pie.
