Capítulo 1

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Si a una persona se le da una segunda oportunidad de vivir, ¿valdrá la pena olvidar la anterior? En realidad, yo no creo que, por muy mala que parezca la situación, sea una buena opción nada más abandonarlo todo.

Sobreponerse es más mi estilo. Aunque, ver el lado bueno de las cosas, es más entretenido que la constante agonía del peso de lo malo.

Por ejemplo, ayer mamá llamó y dijo que, va a organizar una cena, con su novio, probablemente la hija de este, y quiere que invite a mi novio, Enzo.

Con este caballero llevo un aproximado de tres años saliendo; de hecho, esta semana los cumpliremos.

En fin, no estoy tan angustiada como debería dé, considerando que la cena de mamá es casi para establecer un compromiso entre Enzo y yo. Mamá no quiere que lo pierda, dice que es buen tipo, amable, tiene un futuro prometedor al ser hijo de uno de los más reconocidos académicos de la Academia de Arte, a donde es mi sueño ir desde que tengo memoria, y Enzo puede ser mi boleto de entrada, no solo a ese instituto, sino a una vida artística decente.

No me preocupa tanto que mi madre no acepte, de ninguna manera, que no quiero casarme y, si lo llego a hacer, no sería con un hombre. Me interesan más las mujeres, son interesantes, atractivas, lindas, huelen bien y despiertan todo en mí.

La verdad es que nunca he tenido lo que se conoce como una novia, solo he observado desde lejos y sé que quiero eso para mí.

...

Bajé los pies desnudos del asiento de la ventana y mi adorable mascota, Chu, una gata albina de seis años, me rasguñó antes de salir corriendo, todo porque le pisé la cola sin darme cuenta.

—Perdóname, cariño —me disculpé aun si ya estaba muy lejos.

Llevaba toda la mañana terminando un boceto de la preciosa vista que tengo desde mi ventana; un parque público que en realidad no tiene nada interesante, pero los árboles bastan, son complejos y sirven como práctica.

Dejé el cuaderno en la mesa de trabajo y busqué mis zapatos. A ver si Chu no me los escondió.

Tuve que gatear para meter las manos bajo la cama y los encontré. Me quedé en el suelo a colocarme ambos zapatos y me puse de pie en el instante en que llamaron a la puerta.

Fui a abrir y mi corazón saltó de alegría al ver a mi visita.

—¡Colec! —grité al mismo tiempo que me abalanzaba sobre él para abrazarlo, algo a lo que no se negó.

—También te extrañé —dijo, riéndose un poco. Los solté con brusquedad.

—¿Cómo estás? ¿Cómo está Flor? ¿Está en su casa? ¿Puedo ir? —pregunté ansiosa.

—Sí, tranquila —levantó ambas manos—. Vine a ver si tienes nuestro correo.

—Oh, claro —entré a buscar su correspondencia, la de varios meses, misma que fui acumulando en una caja y esa la dejé...—. Espera, déjame encontrarla.

Hurgué entre todas las cajas y el tiradero que hay en la sala, porque sé que por aquí dejé esa caja, con la intención de que estuviera cerca de la puerta.

Levanté un par de almohadones del sofá más grande y la encontré.

—Toma —le entregué la caja a Colec.

—Gracias —reconoció burlándose un poco.

—¿Ya puedo ir a ver a Flor?

—Sí, yo voy a hacer una llamada, pero ve... —Me dispuse a salir—. ¡Pero! Nada más te aviso, que trajimos a mi sobrina.

[4.1] CCC_Sui géneris | TERMINADA | ©Where stories live. Discover now