Capítulo 44

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Que echara la cabeza atrás y emitiera un bufido, me dijo que debía preparar mi corazón para romperse.

—¿Es necesario hablar de eso? —repuso.

Respiré hondo para no empezar a llorar ahora. Básicamente está diciendo que no hay nada de qué hablar porque no somos nada.

Si algo no tiene un título, desaparece, y no voy a permitir que se me escape de las manos lo que yo sé que hay entre ella y yo.

La atraje a mí para besarla. Al principio no me respondió, luego soltó la puerta y me presionó contra ella. No importa si soy yo la que empieza, Jane toma una postura dominante y termino haciendo todo lo que ella quiera.

Su lengua estaba fría y creo que la mía también, en cambio, ambas se calentaron poco a poco entre sí.

Mis piernas empezaron a temblar y a perder fuerza, y justo en ese momento alguien salió.

—¿Jane? —nos alejamos al escuchar la voz de Flor, quien creo dijo algo más antes de volver dentro.

Suspiré.

—... Es mejor que me vaya —apenas pude hablar. Me tiembla todo.

Con mucho trabajo me dispuse a caminar y volver a mi casa, sin el valor de voltear atrás.

Lo que sea que tengamos es muy emocionante y me hace feliz como nunca, en cambio, sigue ahí la espinita de que un día ella solo va a desaparecer de mi vida, aun si me dice previamente cuándo piensa irse, igual tendrá que volver a América en algún momento y tal vez ese día esto se termine.

...

Al día siguiente, hice muchos intentos de llamada a mi madre, para que me dijera si, en caso de haberme cancelado la tarjeta, entonces cómo voy a hacer para pagar las cuentas, comprar la despensa o ese estúpido servicio de limpieza. Mis gastos personales los tengo cubiertos con un ahorro, por lo menos.

En fin, nunca atendió el teléfono y sí estaba entrando la llamada. Está ignorándome.

Además de la tarjeta, quería recordarle la exposición del museo y decirle que no necesitaba invitación.

Por la noche, fui a cenar en casa de Flor y, antes de irme, Jane me acompañó a la puerta, porque dijo que tenía que decirme algo, así que nos quedamos en la puerta, en cambio, se recargó en el marco y, luego de pensarlo, solo dijo que no era nada, entonces me fui.

Una mañana, mientras preparábamos el desayuno, me pidió tomar asiento y escucharla, algo que hice obedientemente, cediéndole mi completa atención, e igual que antes, desistió.

Empecé a preocuparme cuando en su tercer intento de hablar conmigo me pidió que lo olvidara. Si era tan difícil decirme lo que sea que pretendiera, ¿cómo no iba a intranquilizarme?

Yo tenía que decirle de la exposición del museo, donde soy ponente, y no me ayudaba que empezó a evadirme.

Fui a buscarla al ático al sentir que estaba escondiéndose de mí y, en cuanto abrí la puerta, la pelota de espuma con la que debía hacer terapia le rebotó con fuerza y por poco la golpea, solo que se inclinó al suelo.

—¿Qué estás haciendo? —pregunté.

—... Nada.

Me acerqué para ayudarla a levantarse.

—¿Cómo va tu mano? —inquirí al ver que sus muñecas, ambas, siguen igual de rojas.

—Bien. Ya está mejor —es claro que me mintió.

—Nunca me vas a decir qué te pasó, ¿verdad? —pregunté por lo que le sucedió en la muñeca y me dio la razón negando con la cabeza—. Está bien... Esta noche va a haber una exposición en el museo al que fuimos antes, ¿quieres ir? —No respondió—. Es muy importante que vayas —insistí, a lo que me miró.

[4.1] CCC_Sui géneris | TERMINADA | ©Where stories live. Discover now