Capítulo 37

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No estoy segura de cuánto tiempo me quedé mirándola completamente suspendida, pero creo que se dio cuenta, porque me volteó a ver.

—¿Qué? —preguntó.

—No..., nada —me acerqué.

Una cosa es que ella me guste y otra estar enamorada, porque entonces no puedo nada más dejarla ir. Ya no podría ser capaz de respetar sus barreras sin importar cuánto las levante.

Que se aleje me hace querer acercarme más.

En el autobús, iba pensando en mis propias cosas y vi de reojo que Jane se desahogaba la corbata, algo que me puso nerviosa.

No tengo el valor de decirle lo que siento. El simple hecho de gustarme ya parecía una molestia o carga para ella, y ahora esto.

Ciao —la saludó un chico. Maldición. Que no me gusten los hombres no significa que no pueda decir si uno es atractivo y este tipo lo es.

Hasta hoy no sé si a ella sí le interesan. En serio espero que no.

«En qué canal está su orientación», recordé las palabras de Pauline. Podía usar esta oportunidad para ver cómo reacciona Jane con los hombres, solo que, al ver cómo este la veía, con interés y lujuria, decidí que no.

Proseguire per la propia strada —dije, dirigiéndome a él. El tipo se alejó luego de echarme un vistazo. No quería que Jane me viera justo ahora y sí, me estaba mirando—. Tal vez quería vendernos algo —mentí.

La feria no es por un motivo en especial, así que no debería haber tanta gente, por eso pensé que a mi cita le agradaría.

Me encanta la belleza de Jane, en cambio, no soy yo la única que la ve. Algunos la voltean a ver más de lo necesario y yo la quiero solo para mí.

En un inocente intento de marcar mi territorio, sujeté el brazo de Jane y ella no me lo retiró, lo que significa que no le molestó. Quiero que cualquiera se dé cuenta de que ella es mía.

—Vamos a probar una colomba —tiré de ella.

Insisto, me preocupa que no coma como debe, así que, justificándolo en pruebas, le di un par de degustaciones y a ninguna le dijo que no.

Me hace querer tomar provecho de su tendencia a otorgar con el silencio.

—¿Te gustó? —cuestioné luego de darle un poco de chocolate.

—Sí —respondió—, pero ya no quiero nada.

—No has comido casi nada.

Todo lo que ha probado no llena ni lo de un plato.

—Te aseguro que es suficiente —insistió.

—Oye, ¿estás consciente de que esto es una cita? —pregunté.

Puede que ni siquiera lo haya tenido en cuenta. Ya entendí que ella no capta muy bien las indirectas, así que tengo que decirle las cosas claramente, solo que a veces se me olvida.

—... No recuerdo que lo hayas mencionado.

«No, no lo había atrapado a la primera», pensé.

—Se sobrentiende, ¿recuerdas?

—Como quieras —al ver que pretendía alejarse, me ofendí, otra vez, y por impulso sujeté su brazo, obligándola a volver.

—¿Por qué me evitas? —inquirí molesta y casi desesperada—. ¿Te avergüenza que la gente nos vea? Porque a mí no me importaría besarte aquí mismo delante de todo el mundo.

[4.1] CCC_Sui géneris | TERMINADA | ©Where stories live. Discover now