Capítulo 36

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Estaba bastante enfrascada con esto que casi olvido que no estaba sola, hasta que volteé a ver a Jane y la vi en el brazo del sofá. Se había recogido un poco el cabello, lo que le descubría más el rostro y no está prestando atención a nada más que al mueble.

No quiero pensar que todavía le duele la mano y aun así vino, aunque, al mismo tiempo, me da esperanzas que esté aquí porque se lo pedí.

Tal vez se dio cuenta de que la observaba, pues me volteó a ver.

—¿Ya terminaste?

—Sí —me levanté del suelo.

Entre las dos cargamos las tres partes y solo tenían que sujetarse con tornillos. Sí que era muy sencillo, igual no habría podido hacerlo yo, ni quería.

Me incliné a colocar un tornillo en la parte baja, para que el mueble no se pandee.

En la puerta se escuchó un pequeño ruido que a mí no me importó, en cambio, a Jane sí, ya que volteó a ver la entrada.

—Es Chu, la gata —dije sin siquiera voltear.

—¿Tu gata se llama Chu?

—Sí, se lo puso mi abuelo —la miré—. En realidad, no se llamaba así, pero cuando murió decidí dejárselo —terminé con el tornillo—. Listo.

—Si era todo, ya me voy...

—No, no, no —me levanté dispuesta a bloquearle la puerta—. ¿Quieres tomar algo? No te vayas.

—Solo vine a armar el mueble.

—Nada más es un poco de agua, no voy a doparte.

Otra vez, no quiero que se vaya, me toma esfuerzo y trabajo sacarla de esa casa como para perder la oportunidad que tengo ahora de tenerla solo para mí.

La llevé a la cocina y me dispuse a servir agua para ambas. Hoy me preparé e hice un poco de agua de frutas.

—Toma, es de sandía —le di un vaso.

Bebió un poco y creo que le gustó, o no, no tengo idea. En fin, estoy consiguiendo tiempo.

Tomé un trago para comprobar el sabor y no estaba mal, quizá un poco más de hielo, azúcar y menta...

—¿Por qué tu mamá me dijo que no me acercara a ti? —preguntó de pronto y el agua casi se me queda atorada en la garganta.

¿Mi mamá le dijo qué?

—¿Cuándo? —la miré.

—Cuando fue a la casa de Fiorella.

Que parezca tan poco importante para ella me pone nerviosa. Nunca mencionó nada sobre eso, aunque no significa que lo hubiera olvidado. Colec me lo advirtió; Jane no dice nada, pero tampoco se le olvida nada.

—Ah... El día que te dio la cachetada —suspiré. Jamás hablamos sobre ello porque no iba a justificar a mi mamá y me avergonzó mucho lo que pasó, además de lo de Enzo—. Bueno..., una vez, solo una vez, hace como tres años, le mencioné que no me llamaban la atención los varones, ella se enojó mucho y me encerró: me castigó —me reí con nerviosismo—. Para que me dejara en paz, empecé a salir con Enzo y, cuando lo terminé, me preguntó qué había pasado, entonces me animé a decirle que, en casa del profesor Colec, había una chica que me llamaba la atención..., que me gustaba, y se enojó otra vez. Por cómo le dije las cosas, ella pensó que entre nosotras ya había pasado algo o por tu culpa me estaba «desviando del camino».

Mi madre solía usar esa expresión cada que sacábamos a tema mis preferencias o las de cualquiera.

—¿Llevabas tres años saliendo con Enzo? —preguntó.

[4.1] CCC_Sui géneris | TERMINADA | ©Where stories live. Discover now