Capítulo 51

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Al día siguiente, le pedí a Flor que me prestara ropa para que me pudiera dar un baño. Todavía no quería volver a mi casa, solo le envié un mensaje a mamá diciéndole que estaba haciendo algo muy importante y luego le explicaría todo.

Bajé mientras Jane tomaba su turno en la ducha. De haber estado solas y en otro sitio menos comprometedor, me habría duchado con ella.

—Te la devolveré limpia —le dije a Flor al entrar a la cocina, haciendo referencia a la ropa.

—No hay prisa —repuso encendiendo la cafetera.

—... —tomé asiento sobre una cajonera—. Ayer hablé con Colec...

—Me dijo lo que hablaron —me interrumpió y volteó a verme—, de verdad, ya no te preocupes.

—... Nunca les he agradecido por todo lo que han hecho por mí.

—Nena —le brillaron los ojos—, no hay nada que no te merezcas —tomó una manzana del frutero—. ¿Estamos bien? —preguntó, luego me lanzó la manzana y asentí con alegría.

Le di un mordisco a la fruta y justo Jane entró. Cuando se ducha, su aroma es más intenso y me hace temblar.

—Buenos días. Ten, lava esto —Flor la recibió con tareas.

—¿Dónde está Colec? —preguntó.

—Fue a pagar unas cuentas —le respondió.

—Si necesitan...

—No queremos dinero, mucho menos de Alexey —en cuanto Flor dijo ese nombre, me dolió el estómago.

—Es que yo no tengo ni un peso —dijo Jane con algo de retraimiento.

—¿Y te hemos pedido? No te preocupes por eso.

Por Alexey es que Jane debe estar acostumbrada, o por lo menos conoce, la vida acomodada de las elites. Él debe haberle dado todo... Estaba observando a Jane y, al darse cuenta, me miró también, solo que no pude dejar de verla.

Suspiré con los ojos cerrados y volví a la manzana.

No iba a engancharme a Jane, y los tres tenían labores que hacer, así que aproveché para bajar al estudio a terminar la pintura del colibrí.

Se suponía que era para la exposición del museo, solo que, fue muy personal al haberla hecho imitando el tono de piel de Jane, de modo que no me agradó la idea de que alguien más la viera y le diera algún significado personal, porque tiene uno solo y es Jane.

Subí al sanitario por un poco de jabón en barra porque el de aquí ya se acabó y, al bajar de regreso, me encontré con un gatito husmeando en el estudio, mirando la pintura desde la puerta.

—¿Me estás espiando? —le hablé a Jane y entré.

—No. ¿Tú hiciste eso? —se acercó.

—Sí, ¿qué te parece?

—Se ve triste.

—Igual que muchos —dije con cierta ironía. Ese colibrí no se ve tan triste como ella.

Contempló el lienzo.

—¿Por qué le...? —al volverse a mí, la besé sin más, muy corto, pues me alejé al cabo de tres segundos.

—Perdón, es que a veces siento que me vas a dar una cachetada —me disculpé, a lo que Jane comenzó a reírse y aceleró mi corazón.

—No voy a hacer eso —aseguró sonriendo.

El momento todavía no terminaba, así que, luego de retomar su inexpresividad, movió mi cabello del camino y volvió a besarme.

A veces no puedo creer que hubiera conseguido a una mujer como ella. Ahora ya sé cuál es el pero, en cambio, por ahora solo quiero gozar de todo lo que Jane tiene para ofrecer.

Después de cenar, bajé a recoger todas mis cosas, aunque no me las iba a llevar, solo las guardé en el espacio que Colec me dio. El colibrí lo voy a dejar secándose unos días, luego veré a dónde llevarlo, es muy lindo como para tenerlo en mi habitación y, como dije, no quiero que nadie más lo vea sin poder apreciar su significado.

Subí al ático cuando ya no había nadie en la sala, supongo que Flor y Colec ya están durmiendo y creí que Jane también, en cambio, entré y la vi caminando por la habitación.

Me acerqué y, al ver que no advirtió mi presencia, toqué su hombro y la asusté, tanto que levantó una mano y por poco me golpea, a lo que me encogí de hombros.

—Me asustaste —explicó luego de suspirar.

—Siempre que te veo así, me preocupas, ¿qué tienes? —me senté en la cama.

—... Nada —respondió y se fue.

Me quedé un momento mirando la puerta. Sé que parezco invasiva, pero solo quiero ayudarla.

Subí a la cama y me acomodé para dormir, aunque sabía que no iba a poder, sigo intranquila por lo que sea que esté pasando por la cabeza de Jane.

La dama vino a acostarse luego de media hora, definitivamente tiene insomnio. Lo que sea que le preocupe, debe ser muy importante.

Pensé en solo dejarla hasta que se durmiera, en cambio, se movía inquieta. Me aproximé un poco a su oído.

—¿En serio no vas a decirme? —pregunté.

—No es nada. Duérmete —susurró.

No puedo dormir.

Toqué su hombro y acaricié hacia abajo hasta llegar a su mano, solo que no me quedé ahí; busqué su estómago bajo la blusa.

El latido de su corazón se aceleró al igual que su respiración. Ella lo quiere tanto como yo.

Besé su cuello, embriagada por su aroma, y bajé mi mano hasta el interior de su ropa, entre sus piernas. La acaricié como ella me enseñó a hacerlo hasta que conseguí llevarla al clímax.

Se giró a mí y me tomó por el cuello para besarme. Sin apartar mi boca de la suya, me situé encima y empecé a desvestirla. Tengo muchos deseos de tocarla, porque no sé cuánto tiempo me queda con ella.

—No tienes que hacerlo así —señaló al ver mis intenciones.

—Quiero hacerlo.

Me acerqué despacio a su entrepierna y empecé con pequeños besos. Nunca antes lo hice porque no sabía si lo haría bien ni cómo, en cambio, luego de que Jane me diera tantos referentes, hice mi mejor esfuerzo.

Cerré los ojos sintiendo su calor más íntimo y después probé con mi lengua, lo que la hizo temblar al instante.

Se siente muy suave y caliente... Se contrajo.

Por su fascinante reacción al finalizar, supuse que lo había hecho bien.

Ella me estimuló también y luego acercamos ambas intimidades. Esta vez yo tuve la posición por encima y me moví sobre ella.

Sentía cosquillas, además de un deseo inquebrantable de seguir, mucho más allá.

Antes de terminar, me sujetó para acercarse y besó mi cuello, sin embargo, en el punto culminante, sentí que me mordió al intentar no gritar y para mí fue doble trabajo guardar silencio.

Una vez que se terminó, mi cadera comenzó a doler, pero lo volvería a hacer las veces que fuera, solo con y para ella.

[4.1] CCC_Sui géneris | TERMINADA | ©Where stories live. Discover now