Capítulo 46

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Por la noche, tuve que volver, estaba cansada, fastidiada y no tenía humor para hacerlo, pero tenía que darle la cara a mi mamá, al final de cuentas, vivimos en la misma casa y no tengo a dónde ir.

Entré en sigilo y lo primero que vi fue a un niño en la sala, cambiando el canal de la TV, me volteó a ver y me sonrió.

—Hola —lo saludé con una sonrisa. Me devolvió el gesto, mas no el saludo.

—Ve a lavarte las manos —le ordenó una mujer y el niño acató enseguida de apagar el televisor.

Ella debe ser la hija del novio de mamá. Me miró de reojo, sin expresión alguna.

—Buenas noches —dije.

—¡Lía! —me habló mamá desde la cocina, hasta donde fui y la vi poniendo la mesa con ayuda de su novio. Me miró ferozmente—. Antes de que cenemos, ¿tienes algo que decir? —colocó los puños en su cadera.

—... —lo pensé—. Lamento no haber tenido la casa lista...

—Lía —mamá alzó la voz.

—Es todo por lo que tengo que disculparme —apunté con firmeza y subí a mi habitación.

No dejé a mi madre separarme de Jane, y ella sabía muy bien a dónde iba cada que salía. Dejé de escuchar sus constantes amenazas y quejas, son las mismas de siempre y no estuve dispuesta a que me humillara delante de su pareja o la hija de él, ni del niño.

Seguro que no van a dejar que alguien como yo se haga cargo de cuidarlo. Entonces tengo que buscar un trabajo en serio.

El fin de semana, fui a pasar la tarde en casa de Flor y ella fue junto con Colec a casa de Giovanni, por ende, me quedé sola con Jane. Todo lo que planeábamos hacer era limpieza, pero me pidió que la acompañara por algo al ático, cerró la puerta y no salimos hasta que Colec y Flor regresaron.

En otra ocasión, ver a Jane utilizar una falda, me provocó toda clase de pensamientos y no me contuve de hacerle sentir lo que ella a mí; le pedí que aguardara en el pasillo del estudio, la besé y no dejé que fuera yo la que se encontrara contra la pared, sino ella. Acaricié sus piernas y fui abriéndome paso hasta su ropa interior, luego, dentro de ella.

Además, empecé a utilizar falda para que los impedimentos de la ropa no nos detuvieran y, por otro lado, agoté los preservativos que coleccioné y que en algún momento creí que eran demasiados, en cambio, no fueron suficientes.

Ya fuera el estudio, el ático o el sanitario de un restaurante, nunca me detuve, ni ella. No sabía cuándo íbamos a parar y no quería saber.

En fin, Jane empezó a evadirme de la nada. Otra vez algo estaba sucediendo y, a estas alturas, ya entendí que no tiene caso que pregunte, porque no me va a decir.

El ático era el mejor sitio y nos encontrábamos ahí, besándonos, yo tenía toda la disposición, en cambio, ella ni siquiera me había tocado, mantenía las manos quietas, así que besé su cuello a ver si eso la incitaba, y nada.

—Lía, Lía —me apartó. Suspiré con los ojos cerrados antes de alejarme y mirarla.

—¿No quieres?

—No, no es eso. Tu madre no quiere verte, ¿cierto?

Maldición. Ahora yo tampoco quiero seguir.

—¿Por qué tenemos que hablar de ella? —tomé asiento en el sofá.

—Porque es importante para ti y porque pasas más tiempo aquí que cuando no está —el que abriera la puerta me dijo que en serio hoy no haremos nada.

—Pues... sí, está furiosa conmigo, pero y, ¿eso qué? —me encogí de hombros—. Se enojó cuando dejé la universidad, se enojó cuando comencé a tomar clases de pintura, se enoja cada que salgo de mi casa; no hay manera de complacerla y, la verdad, me cansé de intentarlo.

—¿No crees que se preocupa por ti? —repuso. No quería, pero empecé a enojarme.

—A ver, ¿la estás justificando? —pregunté de pie.

—No, lo que digo es que no te detesta, como tal parece que piensas.

Necesitaba cambiar de tema antes de enojarme de verdad, en cambio, esas palabras suyas me alteraron los nervios.

—Tú no sabes —no medí lo que le decía—, toda mi vida se ha encargado de reprobar cada cosa que hago, a ella no le importa lo que yo quiero, o lo que me gusta. Me costó horrores dejar de pensar que toda yo era un defecto, y ahora vienes y me dices que lo hizo por mi bien...

—No dije eso —me interrumpió con tranquilidad, lo que me enfurece al creer que soy yo la que está haciendo una tormenta en un vaso de agua, como siempre me hace sentir.

—¡Dijiste que se preocupa por mí!

—¡Sí, no que lo hiciera bien! —la escuché gritar con verdadera molestia por primera vez.

Cerré los ojos, tomé aire y los volví a abrir.

—No quiero discutir por mi mamá, por favor.

Para reñir sobre mi vida, preferencias y decisiones, tengo a mi mamá. Jane no me hacía pensar en esas cosas.

—Está bien —dijo como si la hubiese regañado—. Es que me siento muy mal estando en medio. Me frustra no darme cuenta de lo que estás pasando y no quiero que pienses que no me interesa.

Maldición. ¿Cómo puede alguien ser tan perfecta, dulce, seductora, interesante, considerada, bella y lista al mismo tiempo?

—Eres imposible —dije cubriéndome la cara con las manos y casi carcajeándome.

Esa noche hablé por teléfono con Bianca, le dije que podríamos vernos al día siguiente, hay una película que ella quería ver y le prometí que iríamos; también tenía que llamar a Pauline, hace días que no hablábamos; Enzo dijo que quería verme; y hoy tengo esa cena de mi madre, a la que no puedo faltar.

Me estresa que hay cosas que puedo decirle a uno y al otro no. Con Pauline es con el único con el que no tengo que pensar dos veces lo que le digo, así que resulta muy relajante hablar con él.

Antes de enfrentarme a cada uno, y a mi madre misma, quise reconfortarme con Jane, de modo que la saqué de su casa y la llevé a la plaza, convenciéndola con un gelato.

Con ella, me siento como con Chu cuando la adopté. Era una gatita callejera y estaba muy chiquita, vivía cerca de mi escuela en una caja de cartón escondida en el patio trasero de una casa, la había visto correr varias veces cuando volvía a mi casa y empecé a dejarle comida e irme. Un día, vi que el camión de la basura se llevaba la caja, por lo que supuse que Chu ya no estaba ahí, pero llovió mucho esa noche, y no podía estar tranquila, así que fui, a pesar de que pasaba de media noche, y la busqué. Estaba arrinconada, empapada, y me tomó mucho tiempo atraerla con comida para que se acercara, poder cargarla y llevarla a mi casa.

Por eso es que la dejo salir por el balcón, porque sé que no le va a ocurrir nada y no la llevé a casa con la intención de tenerla encerrada, sino para que tuviera a dónde llegar a dormir.

[4.1] CCC_Sui géneris | TERMINADA | ©Where stories live. Discover now