Capítulo 18

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Al día siguiente, fui a casa de Flor, a la misma hora de siempre y con la intención de hacer las mismas tareas. Bajé al estudio y busqué a Massimo, quien, por suerte, no fue obligado a abandonar las clases.

—Ayúdame con algo —le dije.

—¿Qué? —preguntó con la atención en su trabajo.

—Detalla esto —de mi bolsillo saqué la hoja del boceto que hice ayer y se la di.

—¿Esta es Jane? —cuestionó observando el papel desdoblado.

—Sí. Nada más detállalo.

—¿Por qué?

—Ayer ella te curó, se lo debes —mentí.

—... —hizo una mueca—. Bien —accedió de mala gana.

—Gracias —sonreí y salí corriendo, en dirección a la cocina.

Jane estaba ahí sola, con el encargo de preparar los bocadillos para los niños y no quería que lo hiciera todo ella, así que me acomedí a ayudar sin siquiera preguntar si quería o se podía.

Bianca se quedó abajo, con Colec, y Flor no ha salido del sanitario. Empieza a preocuparme que pase tanto tiempo ahí, vomitando.

—Tu tío todavía está molesto, ¿verdad? —le pregunté yendo a sacar los vasos.

—No sé... —dijo sin interés, sin mirarme, pues está frente a la mesa y yo a sus espaldas.

—Ya intenté hablar con él y decirle que no fue tu culpa, pero no me escuchó.

—No tienes que hacer nada.

Dejé la pila de vasos cerca del fregadero y me volví hacia Jane. En serio tengo ganas de gritarle que me voltee a ver, solo por un segundo si quiere.

Suspiré observándola.

Me gusta su cabello, sigo pensando que parece fuego. ¿Cómo se sentirá...? Me aproximé, extendí las manos y tomé toda su melena, a lo que tembló al instante.

Mi corazón se aceleró y sé que estoy molestándola, en cambio, no quise soltarla, al contrario, empecé a recoger todas las hebras y rocé su cuello por accidente.

Por fin pude tocar su piel al menos por una fracción de segundo, es tan fría como lo imaginé.

Me acerqué un poco a su oído y ni siquiera se movió.

—¿Por qué tiemblas? —susurré divertida. Me miró por un instante y luego siguió con lo que hacía.

—Me asustaste —explicó.

En serio me gusta su cabello, es suave, huele muy bien, además, el largo es envidiable. En definitiva, es mucho más largo que él mío, pues a simple vista me supera en longitud y el suyo es ondulado, mientras que el mío es lacio a lo bruto.

Empecé a trenzarlo. Creo que no le molesta. Aun si no quería, deshice la trenza y la dejé en paz, para tomar asiento a su izquierda.

Me dediqué a contemplar su rostro. El dibujo que ayer hice de su cara no lo detallé muy bien y quiero grabarme sus facciones para poder terminarlo, en caso de que Massimo no lo haga.

Dirigió sus ojos a mí.

—¿Qué? —preguntó.

—Eres muy guapa —dije lo primero que se me vino a la cabeza y es lo que estaba pensando.

Tal como esperaba, no le generé ninguna reacción, solo desvió la vista por un momento y después regresó a mí.

—¿Esperas que te diga lo mismo? —sugirió.

[4.1] CCC_Sui géneris | TERMINADA | ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora