Capítulo 63

401 34 33
                                    

La semana siguiente, aprovechando que Colec fue a México para revisar el departamento, arreglar papeles y ver a las personas que podía ver, yo fui con él.

Claro, pagué por mi boleto y era un viaje casi de ida y vuelta, pero sí, esta vez sí tenía la intención de buscar a Jane.

—Yo podría pedirle que venga —habló Colec—, pero tienes que estar completamente segura y saber lo que le vas a decir.

Llegamos hace tres horas y estamos comiendo, algo que él cocinó.

—Quiero hacerlo, pero, con solo imaginar la escena, se me esfuma todo el valor.

—Lía, creo que en realidad no quieres hacerlo. Sabes que lo necesitas, por eso estás aquí, pero no quieres —repitió.

—... —comí un bocado—. Tienes algo de razón —mascullé—. ¿Sabes? Todo esto sigue en mi cabeza, pero ya no como antes, sino... es como una de esas tareas pendientes que la tienes ahí porque no es difícil, ni complicado y no lo quieres hacer.

—Jane ya no te importa tanto, ¿cierto?

—... —desvié la vista—. Quiero que me siga importando, pero ya entendí que eso solo me va a seguir lastimando.

—Hija, no tienes que hablar con ella para terminar su relación, porque se trata de que te preocupes por ti. No necesitas que Jane te diga que se acabó, necesitas decírtelo tú y aceptarlo.

Asentí, mirando a la mesa, luego suspiré y volví a mi cena.

En realidad, cuando Elvira me dijo que aún no acababa con Jane, no se refería a que tuviera que hablar con ella, sino que fue la excusa perfecta que en su momento encontré para buscarla.

Si no puedo con la sola idea de verla, menos voy a poder tener la conversación con ella que tanto necesita mi corazón para estar tranquilo.

Por la mañana, Colec había salido y solo me dejó una nota avisándome que estaría con Logan, con el verdadero, pero que volvería para la comida.

Nos iremos hasta dentro de tres días y esta vez yo estoy acompañándolo a él primeramente.

Cociné un intento de desayuno, me di un baño y me quedé viendo algo en la televisión. Una película que no entendí, e igual la terminé.

Cuando dio la hora de mis medicamentos, fui a mi habitación a buscar la maletita donde guardé el pastillero para las dos tabletas que consumo a diario y no la encontré.

Antes de alterarme, respiré hondo y llamé a mi madre.

¡¿Cómo las pudiste haber olvidado?! —ella sí se alteró.

—Mamá...

¡Regresa ahora mismo!

—Mamá...

Voy por ti...

—¡Mamá, escucha! —por fin se calló—. Envíame una foto de la receta y las compro aquí, en una farmacia.

... —la escuché suspirar—. Bien, pero, si te sientes mal, me llamas enseguida.

—Sí —le di por su lado—. Tranquila.

Me envió la fotografía al minuto de haber colgado, entonces tomé las llaves, me puse la chaqueta y salí, con mi teléfono y dinero en el bolsillo.

Lo que más me da dolor de cabeza es el cambio de moneda. Ya entendí cómo funciona, pero a veces las cuentas no me dan y espero no estar perdiendo dinero ni robándole a nadie.

A dos cuadras había una farmacia. Entré y pedí el medicamento de la fotografía, leyéndoselo yo porque está en italiano.

—Lo lamento mucho, pero no se lo puedo vender con esa receta —se disculpó el empleado.

[4.1] CCC_Sui géneris | TERMINADA | ©Where stories live. Discover now