Capítulo 55

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Tres días después de esa entrevista, salió otro reportaje sobre un bebé que nació, no sé hijo de quiénes eran, pero algo tenía que ver con Jane. Fue relevante porque nació unas semanas prematuro y, en cuanto se le pudo ver la cara, todos los noticieros se llenaron de esa buena nueva.

Ya no hablaban de Jane por ningún lado.

Sentía que todo el mundo estaba acomodándose para dejarme olvidarla, simplemente con ya no ponérmela enfrente apenas encendiera el televisor, viera el periódico o tomara mi teléfono.

En la boda de mi mamá, Pauline, Bianca y Enzo estuvieron conmigo, aunque no fue un evento muy grande, ciertamente, solo firmaron un acta y cenamos en un restaurante.

Fue muy agradable ver tranquila a mi mamá. Nunca me había relacionado mucho con Abelard y con su hija, Elvira, porque sentía que eran asuntos de mi mamá, en cambio, el que ellos vayan a vivir en mi casa y ahora sí estemos relacionados, me dio motivos para tratarlos más y son buenas personas.

Después de tanto tiempo, sonreí auténticamente cuando, la misma noche de la boda, Elvira me dijo que, si ni ella ni su padre, o su hijo, me hablaban era porque creyeron que yo no les quería hablar.

Fue la primera conversación que tuve con ella y es muy entretenida. Sabe cómo hacer hablar a uno.

...

Puse una caja en la cama nueva y miré a Felix, sacando sus juguetes de otra caja.

—¿Te molesta compartir cuarto? —pregunté.

—¿Con quién?

—Con un gato —respondí.

Han pasado tres días desde la boda y hoy están empezando a mudarse. Como no traen muchas cosas, será rápido, pues los muebles y cosas grandes serán comprados, así que bastó con un par de maletas cada uno.

En fin, Felix va a quedarse en la habitación del balcón, donde duerme Chu y ya intenté mover su cama a mi cuarto, pero ella misma la trajo de regreso.

—No me molesta —dijo el pequeño caballero de ocho años, para proceder a seguir acomodando sus cosas.

—Tengo paletas de uva, ¿quieres una?

—Sí, por favor —contestó.

Ya siento que lo amo.

Bajé a la cocina, sujetándome el cabello, y justo por la puerta venía llegando Elvira.

—Hola —me saludó. Me acerqué a darle un beso en la mejilla y seguí hacia la cocina, con ella.

—Está terminando de acomodar sus cosas —le avisé lo que hace su hijo.

—Gracias —dijo con alivio—. Pensé que no iba a querer quedarse.

—No parece inconforme —señalé abriendo la nevera.

—No quería dejar Alemania.

Con la paleta de uva, me recargué en la mesa.

—¿Puedo preguntar por qué?

—Su papá.

—Ah... —alcé la cabeza. Abrí la paleta y la puse en mi boca, pensando en cómo preguntar lo que quiero saber—. ¿Él y tú se separaron...? —mascullé.

Me miró y sonrió.

—Nunca nos casamos. Como pareja dejamos de funcionar mucho tiempo antes de saber que estaba embarazada —se recogió inútilmente el corto cabello detrás de la oreja—. Pero pues allá él lo veía todos los días.

—¿Crees que te vaya a pedir su custodia?

Negó.

—Jamás podría cuidarlo solo. Sabe lo que es llevarlo al parque de vez en cuando o darle un regalo, pero levantarlo temprano para la escuela, hacerle el desayuno, llevarlo e ir por él, cuidarlo cuando está enfermo o las cosas que no le gustan —enlistó—, solo puedo hacerlo yo.

Sonreí.

—Oye, alguna vez me dijo mi mamá que, mientras terminas de arreglar el traslado de tu trabajo aquí, yo puedo cuidar de Felix. Lo haría encantada.

—Sí, me dijo tu mamá y me vendría muy bien un poco de ayuda. Además, vas a tener un pago.

—Créeme que quisiera decirte que no hace falta, pero necesito el dinero —confesé y se echó a reír.

Cuando mastiqué el palito de madera de la paleta, me acordé de que se la había prometido a Felix, así que saqué otra y se la llevé.

Felix y yo agarramos un ritmo perfecto, pues básicamente éramos nosotros dos en la casa y era yo la que tenía que pasar más tiempo ahí que en la calle para que no se quedara solo.

Elvira iba y venía, además, cuando estuvo instalada en su puesto aquí en Verona, su rutina de trabajo se amplió, entonces, no la veíamos mucho.

Mi madre y Abelard estaban en plena luna de miel, así que ni sus luces durante un mes entero.

Además, Pauline tuvo que volver a Madrid a tan solo un mes de haber venido, pero prometió que volvería para quedarse más tiempo.

En lugar de seguir viendo los noticieros o abrir redes sociales esperando saber algo sobre Jane, prefería ocupar cada minuto de mis días.

Antes de ella, yo tenía muchos planes y era momento de retomarlos.

Esa galería que tanto deseo no se iba a abrir sola y menos si me la pasaba pensando en imposibles en lugar de trabajar por ello.

Los meses pasaron como agua y cada herida en mi corazón estaba cicatrizando muy bien.

Me aceptaron en todas las exposiciones a las que yo misma fui a tocar la puerta e inclusive viajé con Bianca a Madrid por una exhibición. Fue breve y pequeña, por eso no hicimos aladre, pero mi nombre ya empezaba a sonar fuera de Italia.

Mi relación con Colec y Flor también se compuso y debo decir que haber ido con la excusa de inscribir a Felix en las clases de invierno de Colec fue el pretexto perfecto para visitarlos.

No podía seguir yendo a su casa como antes, porque tenía ya muchas cosas que hacer, en cambio, otra vez me sentía igual de bienvenida que antes.

Solo una vez me preguntaron si prefería que no habláramos de Jane y les pedí que no lo hicieran.

Su recuerdo de por sí seguía dentro de su casa y no iba a superarlo nunca si seguía buscando la manera de saber de ella.

No es que la hubiera olvidado, jamás la voy a olvidar, es que tenía que pasar de página, algo que seguramente ella ya había hecho.

Jane se acabó y era momento de aceptarlo.

[4.1] CCC_Sui géneris | TERMINADA | ©Where stories live. Discover now