Capítulo 32

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El lunes fui a visitar a Colec y me alegró mucho que ya está empezando a caminar mejor y sin apoyarse en nada.

En serio me alivia que se reponga, sin embargo, eso significa que ya no tengo tantas excusas para seguir viniendo a ayudar con las clases, lo que es menos tiempo en esta casa y, por lo tanto, con Jane.

—¿Dónde está Jane? —desde el umbral, le pregunté al hombre mientras este tomaba asiento en su cama.

—En el estudio —respondió.

—Voy a verla.

—Lía —me impidió dar un solo paso—, ya estoy al tanto de con qué intención te estás acercando a ella —dijo.

—Oh... —di un paso dentro de la habitación—, ¿te molesta?

Si bien Colec nunca se involucra con nada que tenga que ver con mis preferencias, nunca he sabido si le incomoda, molesta o solo si se trata de Jane, su sobrina.

—No, Dios, no —expresó—. Pero ella no está pasando por un buen momento. Nada más te pido que la cuides mucho y te cuides tú también.

Sonreí con gentileza.

—No te preocupes, jamás le haría daño —le aseguré y me retiré una vez que estuve segura de que ya habíamos concluido.

Bajé hasta el estudio, con más cosquillas en el estómago a cada paso que daba hacia Jane. Mi corazón se aceleró al verla.

Está haciendo limpieza, recogiendo todo el tiradero de los niños.

—¿Qué haces? —pregunté al entrar.

—Nada importante —contestó sin mirarme.

Tomé asiento sobre una silla alta, colocando mis manos en el asiento, en el espacio entre mis piernas.

—Jane... —le hablé y no me volteó a ver—, Jane, Jane, Jane.

—¡¿Qué?! —se alteró por un segundo y al fin me miró. Ese es el control que quiero que pierda, pero busco todavía más.

—Estuve pensando en lo que me dijiste el último día que nos vimos —dije y no respondió. No pudo habérsele olvidado, para nada—. Más o menos ya entendí cómo funcionas y sé que lo recuerdas muy bien.

No me va a salir con que no sabe de qué hablo, esta vez no voy a dejarla.

—No, sí me acuerdo, pero no pretendía hablar sobre ello —como si esto no fuera importante, no me prestó atención.

—¿Piensas que juego con tus impulsos? —pregunté.

—No hablaba de los míos.

—¿Entonces?

Solo conseguí su mirada por un breve instante.

—No sé, no me acuerdo —divagó volviendo a la limpieza. Son mis ansias las que están llegando a su límite.

—No, no, no —me acerqué a ella luego de bajar de un salto—. Dime —le pedí—. Entiendo que no te gusta hablar, pero quiero que me digas.

Tuve que ponérmele enfrente para que no tuviera la opción de ignorarme, lo cual hizo de todas maneras.

—¿Qué? —preguntó.

—¿Qué piensas cuando estás conmigo?

—... Yo... no pienso en una sola cosa a la vez —vi que quiso alejarse, por lo que tomé su brazo pensando en que por lo menos puedo hacer lo que ella ya me ha hecho y, al contrario, se apartó molesta—. No me toques.

Me dolió que me dijera eso. El ego me hizo suponer que a mí sí me permitiría tocarla y fue duro darme cuenta de que no. Es frustrante saber que solo puedo tenerla cerca si ella lo hace primero, porque simplemente no lo hace.

[4.1] CCC_Sui géneris | TERMINADA | ©Where stories live. Discover now