26. Pucheros

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Magnus estaba sentado en la cocina, mirando a Clary y Simon cocinar, parece que se habían hecho muy amigos y los hermanos de Alexander no tenían problemas con eso.

Cat y Ragnor habían llegado hacia unos días. Después de la charla con Alec, ya no insistió en que no podían quedarse. Pero hoy Raphael venía de visita, y aunque seguramente lo molestaría todo el rato -porque eso era lo que Raphael hacía con todos los que no fueran Ragnor-, la verdad es que moría por verlo. Recordar su antigua vida, la que nunca iba a recuperar.

Estaba chocando sus pies, ansioso por ver a sus amigos, por ser los cuatro otra vez.

Sus manos se movían de sus piernas a su vientre, y luego a la barra de la cocina.

Iba a preguntarle a los chicos si tardaría la comida, cuando Alec habló: —¿Por qué estás tan feliz?

Magnus pegó un brinco del susto y casi se cae del taburete odiado por Alec. Al instante tuvo las manos de su encadenado encima. —Te sigo diciendo que no subas aquí —Alec sonaba molesto, pero no esa molestia que hacía a Magnus querer llorar o esconderse, era ese tipo de enojo que estaba aprendiendo a reconocer en Alec cuando se preocupaba, era extraño ver este lado de él.

Pero le gustaba y le traía una paz que se iba extendiendo desde su vientre. Aunque fuera absurdo, Magnus se decía que sus hijos eran felices.

—Lo siento —Magnus bajó la mirada, aunque le gustaba saber que Alec se preocupaba, cuando le gritaba sus malditas hormonas lo ponían mal—, me asustaste, estaba teniendo cuidado, ya no salto.

Magnus hizo un puchero que Alec miró demasiado aunque no sabía por qué. Siempre que Izzy hizo pucheros, eso lo molestaba, se veía tonta.

—Lo siento —dijo Alec también, mientras lo ayudaba a bajar—, perdón, te dije el otro día que iba a intentar dejar de ser tonto, pero no será de la noche a la mañana. Perdón, Magnus.

Magnus le sonrió un poco. Iba a decirle que no importaba, él iba a esperar, mientras no volviera a ser el de antes, pero entonces lo vio entrar a la cocina y, a pesar de lo extraña de su amistad, su rostro se iluminó.

—¡Raphael! —lo dijo listo para echarse a correr, luego se detuvo. ¿Raphael lo trataría diferente por estar embarazado?

La expresión de Raphael, como siempre, no decía mucho. Pero entonces dijo "Magnus Bane" y Magnus ya no pudo evitarlo, se soltó de Alec y corrió la distancia que los separaba, abrazó a Raphael aunque él se quedó ahí, sin moverse pero sin regresar el abrazo.

Magnus no lo vio, pero Alec los miraba con el ceño fruncido.


Encadenados (Malec Mpreg)Where stories live. Discover now