123. Final (Parte I)

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—¿Firme para qué?
—Para vivir la vida que quieres. No la vida que te sientes obligado a vivir. Sólo tienes una vida y no eres feliz en la tuya. Haz el cambio.
(N.R.W)


[Una semana después]

Catarina estaba mirando a través de uno de los amplios ventanales de la Clínica.

La pequeña Nadia estaba ahora con Etta. En las habitaciones que las tres compartían ahora. Una pequeña sonrisa torció sus labios. Puso su mano sobre el impecable cristal y, a punto de dar media vuelta para presentarse con el Jefe, un alboroto la hizo detenerse.

—¡No, no, no, por favor! —Catarina se tensó cuando reconoció la voz. Sintió su piel erizarse, los vellos de punta y su corazón se aceleró después de haberse detenido con el pánico inicial.

Era Sebastian.

—¡No, por favor, estoy bien! Lo juro. Estoy bien —Él luchaba contra los guardias que trataban de contenerlo. Una enfermera tenía una jeringa en su mano, ya lista—. Joseph, diles, por favor. ¡Diles que estoy bien! Yo sólo venía a ver a mi hermana y a sus amigos. Estoy bien, puedo cuidar de E-Enaid —y su voz tembló con esto último. Sin actuación y Catarina podía entenderlo. Su único miedo con todo esto era no lograr lo que querían y perder a su hija o morir y no estar segura de si estaría bien.

Esperanza.

Era Esperanza la enfermera. Catarina había escuchado ya de ella. Fue de las primeras que notó porque, después de todo, de algo tenía que servir estar dentro del infierno.

Esperanza miró a su alrededor, dudando un momento, pero Joseph no miró a Sebastian en ningún momento, sólo acunó mejor al pequeño Enaid en sus brazos y se alejó.

Esperanza no tuvo más opción entonces. Sebastian fue sedado. —¿A dónd...?

—Piso H —le gruñó uno de los guardias sin detenerse—. No está emocionalmente estable. No habrá más encadenamientos para él. No queremos personas así, es más útil aquí.

—Pero...

Ellos ya no la escucharon. Se habían ido.

Los ojos azules de la chica se encontraron con los de Catarina y aunque moría por ir a consolarla, no podía confiar.

Simplemente siguió por el mismo pasillo por el que el guardia se había ido con Enaid.

Lo encontró cerca. En un punto ciego, fuera de la vista de las cámaras. Él, como guardia de seguridad, podía saberlo mejor que nadie.

Sus ojos de plata brillaban con lo que Catarina sospechó eran lágrimas contenidas, mientras intentaba calmar a Enaid que lloraba como si supiera que su papá estaba en peligro.

—Sshh, va a estar bien, lo prometo. Papá va a estar bien, lo veremos pronto, bebé —él besó las mejillas húmedas y enrojecidas del bebé.

Catarina sintió una punzada en su corazón. Ella y Etta, al igual que Joseph y Sebastian, no podían hablar de "Amor" como Alec y Magnus, o los otros, ellos no habían estado ni estarían nunca encadenados, no tenían el mismo tiempo conviviendo ni se conocían tan a fondo, pero las circunstancias difíciles los habían unido y era un lazo fuerte. Era un comienzo.

No podía detenerse demasiado sin llamar la atención. Así que caminó lento y habló antes de llegar a él. —¿Qué sigue ahora?

Joseph no la miró. Sólo arrulló al bebé, parecía hablar con él. —Sebastian saldrá pronto...del piso H, no de la Clínica. Enaid y él estarán conmigo a partir de ahora.

Encadenados (Malec Mpreg)Where stories live. Discover now