35. Cercanía

10.2K 1.2K 179
                                    

—¿Estás bien? —preguntó Magnus esa noche.

Alec le estaba leyendo, pero no estaba cerca de él como en días anteriores. No tenía su rostro recargado en su cadera o cerca de su vientre. Estaba recostado en su almohada, en su lado de la cama, con la mirada fija en el libro, sin lanzar miradas de repente hacia su encadenado.

Magnus sabía que era tonto sentirse así, llevaban sólo unos días siendo más cercanos. No podía sentir la necesidad se hacer pucheros porque Alec volvía a lo de siempre.

Pero aun así, lo hacía. Hacía pucheros y entrelazaba sus dedos sobre su vientre para no tocar a Alec e incomodarlo.

Los soñadores habían cruzado miradas y se habían acercado entre los montones de durmientes. Caminando entre solitarios que avanzaban por la gran habitación mirando maravillados o entre parejas o grupos que charlaban alegremente. Habían caminado sin dejar de mirarse, como con miedo a despertar y perderse en el mundo real...

Alec seguía leyendo, como si no hubiera escuchado la pregunta.

—¿Alexander? —insistió Magnus—. ¿Estás bien? ¿Estás enojado conmigo?

Alec suspiró y cerró los ojos. No era justo que Magnus pareciera conocerlo tan bien. No llevaban ni un mes de conocerse. —Estoy bien, ¿estás cansado? Puedo seguir leyendo en silencio si te molesta.

Magnus no lo pensó. Se acercó a Alec y se recargó en su hombro. Alec se tensó, pero no lo quitó ni se movió. —Me gusta que me leas —dijo Magnus—. Y me gusta esa historia. Sería hermoso que pudiéramos encontrar a alguien mientras dormimos, ¿no te parece?

Alec sonrió un poco. Sí sería bonito, un mundo real y a la vez no, donde fueran libres de actuar sin pensar en las consecuencias. —¿Crees que a ellos les guste? —Alec señaló con la barbilla el vientre de Magnus.

Magnus se pasó una mano por la suave piel, todavía no se notaba el embarazo. —Yo creo que son muy pequeños aún, pero seguramente amarán tu voz. Eres su padre, sin importar cómo sucedió. Sé que no quieres hijos...conmigo, pero, ¿qué te gustaría que fueran?

Alec no supo qué contestar a eso. Cualquier respuesta incluía imaginarse con un bebé o una nena en brazos. Y no quería imaginar algo que no iba a tener.

Así que en su lugar planeó decirle que le seguiría leyendo para ver qué pasaba en ese primer sueño, pero lo que salió de su boca -sorprendiéndolos a ambos- fue "¿Te gusta Etta?".



Encadenados (Malec Mpreg)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora