113. Sólo vuelve a mí

4.1K 563 103
                                    



—¿Hola? –Magnus sonaba agotado y de mal humor.

Alec sintió sus labios temblar, divididos entre una sonrisa y el llanto.

Había un nudo en su garganta, una sensación amarga acumulándose en su pecho, pero se mezclaba también con la burbuja de una risa de alivio.

Su Magnus.

Su encadenado.

Dios, ¡su corazón!

Magnus era ya su corazón. Sin él no podía seguir.

—Dios, no llores, Magnus –Alec lo dijo aunque él mismo se sentía a nada de llorar–. Mi amor –y en sólo dos palabras puso tanto de él que se sentía como una caricia aunque fuera sólo su voz, su presencia al otro lado del teléfono–, me has dado el mejor regalo –Alec no dejaba de pensar en las fotos que había visto hasta el cansancio–. Magnus, te amo tanto –porque tenía que decírselo–, te n-nece-sito –su voz se rompió en este punto, pero Magnus tenía que saberlo–. Mi amor, te necesito...

—Alexander –Magnus ya estaba llorando y Alec deseaba tanto poder envolverlo con sus brazos, estrecharlo con fuerza, abrazarlo contra su pecho, sentir su corazón y ser él quien se calmara con ese simple contacto.

Quería besar sus mejillas, su cuello, su nariz, su frente, sus labios. Llenarlo de besos.

Sentir su vientre...

Ah.

Y esta vez fueron las lágrimas de Alec las que bajaron. Su vientre. Sus hijos. Los tres seres más importantes para él en el mundo estando tan cerca y, a la vez, tan lejos. Al alcance de su mano y le estaba prohibido tocarlos.

—Magnus –fue sólo un susurro, aunque hubiera querido gritarlo. "Magnus" suave, en voz baja, como cuando lo tenía al lado y eran sus caricias, sus besos y no su voz lo que lo despertaba–, ¿cómo estás, mi amor?


* * * * *


Magnus no podía dejar de llorar, su cuerpo se estremecía con cada sollozo, dolía en su herida, ardía, pero era más que sólo en el cuerpo, sentía como si su mismo corazón hubiera estado desgarrado y se aliviara un poco con la voz de Alec, como si fuera una caricia curativa, como si atravesara la distancia y su propia piel, su carne, hasta llegar al fondo. A su mismísima alma.

Alec era una caricia a su alma destrozada.

Quería responderle. Decirle que estaba destrozado, que no podía haber nada peor que haber llevado a Max y Rafa casi nueve meses dentro de su cuerpo y hoy depender de alguien más para poder verlos, abrazarlos...

Quería decirle también que lo extrañaba, que lo necesitaba tanto. Que el vacío que sintió cuando despertó no había sido sólo por la ausencia de sus hijos, también la suya...

Pero, sobre todo, quería explicarle cuánto le agradecía por esta llamada, por no odiarlo, por no olvidarlo, por seguir aquí.

Asegurarle que haría hasta lo imposible por volver a verlo.

Pero no pudo. No podía. Las palabras simplemente se negaron a salir, atascadas en su garganta.

Etta lo miraba preocupada. ¿Habría hecho mal al dejar que Alec llamara?

Hubiera querido darle privacidad, pero no podía. No cuando Magnus seguía débil por la operación y con el efecto de varios medicamentos todavía en su sistema.

Estaba empezando a darse cuenta de lo inconsciente que había sido al tomar esta decisión, cuando Magnus tomó su mano y la presionó con fuerza. Era claramente un "Gracias".

Sus hermosos ojos verde dorado brillaban con lágrimas apenas contenidas y lo que sea que Alec estuviera diciendo lo hizo sonreír, incluso hubo un sonido muy parecido a una risa.


* * * * *


—Yo estoy desesperado, Magnus –Alec confeso, cuando su encadenado no habló, él haciéndolo por ambos, con demasiada prisa por llenar el silencio–. Fue horrible la espera, se sintió una eternidad antes de que me informaran que estás bien, que están bien... Y peor ahora, no poder verlos, tocarlos... Los necesito, Magnus, ustedes son mi vida... –Alec sentía que debía parar, Joseph lo miraba raro, pero no podía–. Magnus, perdóname por no estar ahí, yo debería haber estado a tu lado...

Hubo un sollozo más fuerte esta vez proveniente de Magnus. Y después por fin su voz, algo estrangulada: —No, yo lo siento, fue mi culpa...

—Sí. Lo fue...


* * * * *


Magnus sintió su corazón detenerse con la interrupción de Alec, y después acelerarse cuando siguió:

—Sí. Lo fue. Es tu culpa que ahora yo tenga dos hijos hermosos, perfectos. Es tu culpa tener un corazón tan noble que me dio la oportunidad después de nuestro difícil comienzo. Es tu culpa que hoy yo sepa lo que es amar y ser amado, incluso en este mundo de encadenados donde parecía imposible. Es tu culpa ser tan valiente y fuerte, Magnus Bane, que no te rendiste en ningún momento. Es tu culpa que yo tenga la fortaleza para seguir de pie sólo por ustedes, aunque quisiera simplemente dejarme caer ya y rendirme.

—N-no, no digas e-eso, Alexander. Tú eres fuerte, tu puedes. Si yo puedo...es también por ti, por ellos...

—Y lo vamos a lograr, Magnus... –hubo algo más que no se entendió–. Magnus, tengo que irme, no puedo quedarme mucho más aquí, sería sospechoso... Magnus, por favor, cuídate, no te presiones, no te apresures; aunque, por supuesto, muero por volver a verte y tenerte entre mis brazos, quiero que estés bien, que te recuperes completamente. Nuestros hijos, si son tan fuertes como tú, van a esperar por nosotros. No tengo duda que aprobaremos, Magnus, porque si antes ya sabía que te amaba con todo mi corazón, hoy sé que tú eres mi corazón, sin ti no soy nada. Lo vacío que me sentí al imaginar una vida sin ti... Magnus, simplemente no, no pueden no ver cuánto te amo. Tú sólo vuelve, vuelve a mí, no importa cuánto tardes. Sólo asegúrate de volver, yo no voy a moverme de aquí. Sigo aquí, por ti. Te amo. Magnus, te amo.



Encadenados (Malec Mpreg)Onde histórias criam vida. Descubra agora