82. Deseos

7.4K 885 199
                                    

Magnus estaba sentado -en la seguridad de una silla normal-, su mirada alternando entre su hermoso encadenado cocinando para ellos y el taburete al que hubiera querido subirse, pero no lo hizo, porque a Alec no le gustaba y porque con su embarazo tan avanzado él tampoco se arriesgaría.

No había notado sonreír, ni a Alec acercarse, hasta que sintió una de sus manos a un lado de su cadera, sus dedos acercándose a su vientre con pequeñas caricias, y la otra bajo su barbilla, alzando su rostro para encontrarse con aquellos hermosos ojos azules.

—¿Por qué sonríes? —Alec mismo estaba sonriendo mientras preguntaba, sus manos eran suaves y estaban calientes. Olía a dulce.

Magnus se recargó en el cuerpo de Alec, ocultando su sonrisa. —Estaba recordando, cuando no me querías —sus brazos rodearon la cintura de Alec cuando lo sintió tensarse, y soltó una risita—, pero te preocupabas y me regañabas por subir al taburete.

Alec sonrió también cuando Magnus agregó eso último. —¿Es que cómo se te ocurre, Magnus? Estás embarazado. Podías caerte y no deberías saltar así.

Magnus se hizo para atrás, sin soltar a Alec, sólo lo suficiente para mirarlo. —No era tan grave, exagerabas. Y en aquellos días podía saltar, ahora ya no —Magnus hizo un puchero—, ahora nuestros bebés han crecido y estoy gordo.

Alec se agachó para besar ese puchero. —Nuestros hijos crecieron y tú estás hermoso. Yo te quiero, ya no soy idiota, pero igual no puedes saltar ni subirte a taburetes.

Magnus le sonrió. —Pues esa era la razón de mi sonrisa.

—¿Sabes? —Alec preguntó mientras le servía a Magnus el desayuno—. Creo que no era que no te quisiera, o no te encontrara atractivo, o me parecieras insoportable. Eres hermoso, físicamente lo eres, y también tus sentimientos. Eres amable, leal con tus amigos, eres cariñoso, te ganaste a Izzy desde el primer día, e incluso Jace dejó de actuar como tonto... Fue simplemente la situación, estar obligado a estar contigo, encadenado a ti sin derecho a decidir... Sólo me tomó tiempo aceptarlo y, en el fondo, tal vez era negación hacia mí mismo. Obviamente algo en mí era así antes de está cadena, o no me hubiera enamorado de ti.

Magnus miró su plato, repleto de comida, y le sonrió. Al final habían tenido que salir de la cama -aunque el abrazo había sido perfectamente cómodo y los planes los hicieron felices a ambos- cuando el gruñido del estómago de Magnus les recordó porque se habían despertado en un primer momento.

—No creo que sea así, Alexander. El amor, la atracción, no puede verse de ese modo. No es como si estuviera en tus genes... Pude ser yo una mujer y tal vez me habrías amado igual...

Alec negó, totalmente seguro. —No, Magnus. Creo que hombre o mujer, no hay más que una persona para mí, y ese eres tú. No porque estemos encadenados, sino porque eres perfecto para mí. Desde ahora, y cuando seamos libres, voy a demostrártelo cada día, mi amor.

—Amo cuando me dices "mi amor".

Alec sentía que estaba sonriendo como tonto. —Lo eres. Te amo, Magnus.

—Aku cinta kamu, Alexander.

Pasaron el resto del desayuno en silencio. Alec pensando en qué diría Magnus de la propuesta que tenía...

Magnus estaba por preguntarle en qué estaba pensando cuando el teléfono sonó.

Era Raphael.

—Hola, señor Santiago —respondió, sonriéndole a Alec para molestarlo.

«—Hola, Magnus —Raphael no respondió a su broma ni se rió y sonaba nervioso.»

Magnus se preocupó al instante. —¿Estás bien? ¿Ragnor? ¿Cat? ¿Pasó algo?

«—Oye, cálmate, no te hace bien ni a tus monstruos. No ha pasado nada... Uh... O algo así... Me estoy quedando con Ragnor estos días, ya sabes, mientras ustedes no están... Etta sigue con Cat, va a irse hasta que tú regreses y te haga tu revisión por los seis meses... No quería dejar a Ragnor sólo y yo... Eh... Quería... Estaba pensando... Ah...»

—¡Oh, por dios! —Magnus gritó, poniéndose de pie, asuntando a Alec—. ¡Me estás pidiendo un consejo! ¡Tú, Raphael Santiago! ¡A mí! —Magnus hizo un bailecito, aunque su amigo no podía verlo.

«—¿Sabes qué? Voy a colgar. Eres un infantil, Bane...»

—¡No! No, espera, tengo muchas ideas... —él le hizo una seña a Alec mientras salía de la cocina.

Alec negó y sonrió, ¿cómo no iba a enamorarse de su encadenado si era perfecto?

Unos minutos después, cuando Alec ya había lavado los trastes sucios y limpiado, Magnus volvió, luciendo muy orgulloso de sí mismo. —Soy mejor que cupido —dijo haciendo reír a Alec.

—¿Ah sí? —Alec se le acercó, sonriente,  abrazándolo por la espalda, rodeándolo con sus brazos, sus manos sobre su vientre, y sus labios besando un lado de su cuello.

—S-sí —Magnus se pegó más a él, suspirando—. Tendrán una noche perfecta gracias a mí. Una merecida velada romántica.

—Uumm _Alec mordisqueó suavemente la piel de su encadenado_. Hablando de eso... Hay algo que me gustaría hacer antes de irnos... Si tú quieres... No quiero presionarte o incomodarte, pero realmente me gustaría...

Magnus giró su rostro, buscando su mirada, pero sin soltarse del abrazo. —Sólo dilo, Alexander. Soy tuyo, mi amor. Lo que quieras hacer. Si puedo, lo haré.

Alec no apartó su mirada de aquellos hermosos ojos verde dorado, que esperaba heredaran sus hijos, mientras lo decía, sus mejillas rojas: —Quiero tomar un baño contigo. Juntos. Si eso esta bien contigo.


Encadenados (Malec Mpreg)حيث تعيش القصص. اكتشف الآن