72. Quiero que seas mío

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«Me preguntaste aquella vez qué significa "Aku cinta kamu", es eso, Alexander, justo lo que acabas de decir. Te amo, significa te amo. Yo también te amo, mi amor.»

Magnus ocultó su rostro en el hueco entre el cuello y el hombro de su encadenado. Alec se había quedado sorprendido por la confesión, ¿de verdad lo amaba también? Después de como se había portado, ¿Magnus lo sintió primero? ¿Magnus se lo confesó primero?

No fue hasta que sintió la humedad sobre su piel que se preocupó. Sus manos acariciaron con delicadeza los costados de Magnus. —¿Por qué lloras? ¿No es algo feliz esto? Te amo, te amo, Magnus, y tú me amas también, tengo la suerte de que también me ames. No tienes que llorar, mi amor.

Y ese "Mi amor" hizo que Magnus soltara un sollozo.

Alec empezó a balbucear preocupado. —¿Te d-duele a-algo? Voy p-por Etta... Espera...

Pero Magnus se aferró a él, se separó después con los ojos enrojecidos, las mejillas húmedas, pero una pequeña sonrisa en sus labios.

Alec besó sus mejillas, limpiando las lágrimas, después sus labios acariciaron con ternura sus párpados, las pestañas mojadas. No quería ver a Magnus llorar ni sufrir nunca. Tal vez todo comenzó como un encadenamiento, pero ahora era amor y dolía verlo llorar.

Magnus suspiró, por lo besos, su cuerpo se estremeció, sintió a Max y Rafa moverse y llevó las manos de Alec a su vientre. —Te quieren, les gusta que nos mimes.

Alec se ruborizó, tal vez por lo que estaba por decir: —Me gusta mimarte. No pensé... No... Nunca... Ah, nunca me pregunté si realmente me gustaban las mujeres, tenían que hacerlo porque era la norma y yo quería hacer lo que hubiera puesto orgullosos a mis padres. Y después, después ya no era una pregunta, no había opciones. Me iban a encadenar a una para reproducirnos y repoblar el planeta. Pero los planes cambiaron, el destino se puso de nuestro lado y yo tuve un encadenado que robó mi corazón y me hizo abrir los ojos a la realidad.

Max y Rafa no dejaban de moverse. Magnus no hablaba, sólo miraba a Alec y escuchaba su confesión.

—Magnus, ahora, sintiéndote así —acarició su mejilla—, sintiéndolos —su mano frotó sobre su vientre—, no puedo imaginar una vida sin ustedes. ¿Qué habría sido de mí con una encadenada? ¿Qué habría sido de mí si te hubieran encadenado a otro hombre? ¿O si tú no te hubieras enfrentado a mí para mantenerlos? Yo ya no puedo vivir sin ustedes, Magnus, me asusta sólo pensar en esa posibilidad.

Magnus hizo un puchero y Alec se rió.

—Odio los pucheros, ¿sabes?

Magnus frunció los labios, para después hacer un puchero más pronunciado.

Alec volvió a reír antes de besarlo. —No, no lo quites. Odio los pucheros, o debería decir que los odiaba, en ti me atraían, me hacían mirar con atención tus labios y desear cosas que nunca había deseado. Eras una tentación por ahí, con tus sonrisas, tus risas, tus pucheros. Creo que era inevitable enamorarme de ti.

Magnus negó. —Al contrario, era inevitable que yo te amara. Me hería tu actitud conmigo, pero te veía con tus hermanos y sabía que tú no eras así, tú no eras grosero ni insensible. Tú eras tan amable, protector y cariñoso con tu familia, que yo quería conocer ese lado tuyo. Y, poco a poco, sucedió. Tú leíste conmigo cada noche, me dejaste acercarme a ti, sentirte. Y yo me enamoré, tal vez desde el primer momento supe que iba a suceder, porque eres tan hermoso, Alexander, pero eres mucho más hermoso ahora que te conozco, y no sólo físicamente. Tu corazón, tus sentimientos, todo tú lo eres.

—Tú lo eres más, Magnus. Y eres mío. Quiero que seas mío.

Magnus pasó sus brazos alrededor del cuello de su encadenado. —Ya soy tuyo.

Alec lo abrazó también, con cuidado. —Quiero que seas mío, Magnus Bane, quiero hacerte el amor...por primera vez. ¿Podemos?


* * * * *


Etta había hecho lo que Catarina le había casi rogado, fue hasta la habitación del encadenado de ella. No estaba cerrada del todo, estaba entreabierta, y tal vez fue una imprudencia, o quizá fue el destino, pero entró sin tocar.

Y se detuvo ahí mismo por lo que vio.

En el sofá, totalmente perdidos en ellos, estaban Ragnor y Raphael...

¡Besándose!

Encadenados (Malec Mpreg)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora