117. Primer beso (ettarina)

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Recordó la primera vez que l(a) besó, y cada célula de su cuerpo se emocionó con una nueva canción. Recordó la sensación de que las piezas del mundo finalmente encajaban de una manera que tenía sentido.
(Cassandra Clare)







«—Hola, Bonita», esas habían sido las primeras palabras de Etta para ella y Catarina todavía podía sentir como, a pesar del mal momento y de su pésimo estado de salud, algo se había movido en su interior ante las palabras, su piel había ardido y se había calentado por la sinceridad en ellas y lo dulce de su mirada recorriéndola.


* * * * *


«—¿Cómo te sientes hoy?», había preguntado Etta el día siguiente a su despertar, cuando Catarina todavía se sentía deshecha por saber que nunca volvería a su vida de siempre, y vacía al ya no llevar dentro de su vientre a su hija ni poder tenerla entre sus brazos.

Y Cat había levantado su rostro de la almohada como para mirarla mal, para gritarle que su pregunta era estúpida, que obviamente estaba mal, pero entonces Etta había deslizado bajo su brazo el termómetro, una de sus manos rozando su pecho y la otra acariciando su mejilla en un movimiento rápido antes de dejarla en su frente: «—Parece que no tienes fiebre, pero es mejor comprobarlo».

Esa fue la primera vez que el electrocardiograma marcó lo acelerado de su corazón por una simple caricia.


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La segunda vez fue cuando Etta colocó sobre su pecho el estetoscopio para revisar su ritmo cardíaco y sus nudillos rozaron su piel desnuda. Los latidos de su corazón se habían elevado exageradamente y Cat sintió sus mejillas encenderse cuando el electrocardiograma lo hizo evidente,
esperando que Etta se burlara o hiciera algún comentario, pero ella sólo dijo: «Respira, relájate. Es normal».

¿Y a qué se refería?

¿Qué era normal? ¿Que su corazón se volviera loco por una simple caricia?


* * * * *


O cuando Etta sostenía su mano para revisar la aguja del suero y dejaba sus dedos acariciar el torso o delineaba una B (¿de bonita?) o una C (¿de Catarina?) antes de soltarla, aun cuando el suero caía sin problemas y entraba a su sistema como debía ser.

Y probablemente fue eso –y el saber que su hija la esperaba– lo único que la mantuvo cuerda y le dio las fuerzas suficientes para no rendirse y aguantar los días eternos antes de poder salir de esa habitación de hospital y volver a vivir –incluso si era en un nuevo mundo–.


* * * * *


—Hola, Bonita —fue dos días después de que Etta llevara a Magnus a la habitación de Catarina, que ella entró llevando un pequeño bultito en sus brazos.

Catarina, que había estado leyendo un libro de 'Nombres para bebés', levantó la mirada y su tímida sonrisa se convirtió en una enorme cuando vio al pequeño ser envuelto en mantas rosas y blancas.

Encadenados (Malec Mpreg)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora