107. Es mi culpa (aunque no lo sea)

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«Los dos nacimientos eran adelantados. Los dos nacimientos eran de alto riesgo. Uno había desencadenado el otro.»
(Encadenados, 105: De alto riesgo)


Habían seguido en la cama un muy buen rato, como si sus corazones presintieran. Como si quisieran a base de besos y abrazos realmente colarse bajo la piel del otro y que nadie nunca pudiera separarlos.

Alec frotó su mejilla contra el hombro de su encadenado tantas veces, con tanto cariño, antes de salir de la cama y ayudar a Magnus a hacer lo mismo.

Realmente parecían querer fundirse con el otro, empujando sin pretensiones sexuales de ningún tipo, sólo necesitando el contacto físico como si en ello se les fuera la vida. Las manos de Alec recorrían sin cansancio el cuerpo de Magnus, las piernas, los costados, sus brazos, hombros, cuello..., en ocasiones clavándose con más fuerza de la necesaria, pero Magnus no dijo nada, no lo detuvo, porque su corazón estaba acelerado y su estómago lleno de mariposas que aleteaban asustadas y nerviosas.

Finalmente tomó el rostro de Alec entre sus manos, levantándose sobre las puntas de sus pies para poder mirarlo a los ojos. Las manos de Alec estuvieron en sus caderas, sosteniéndolo, sin dudar, sin tener que pensarlo siquiera, simplemente sucedía, sus cuerpos se llamaban, se conocían.

Iba a decirle que se fuera tranquilo, pero no pudo. Suspiró, derrotado y cerró los ojos. Pudo hablar sólo cuando Alec juntó su frente con la suya. —¿De verdad tienes que ir?

Alec, Jace e Izzy iban a visitar las tumbas de sus padres. Hoy era el aniversario de sus muertes.

—Puedo quedarme, si quieres –le respondió Alec sin dudar.

Pero Magnus negó al instante, sintiéndose culpable. —No –volvió a suspirar y a sus pies de nuevo–, estoy siendo ridículo. Sólo serán un par de horas, nada va a pasar si nos separamos. Y deberíamos irnos acostumbrando...

El ceño de Alec se frunció y su corazón se saltó un latido antes de acelerarse. Sus manos no habían soltado a Magnus, una fue bajo su barbilla para alzar su rostro y obligarlo a mirarlo: —¿De qué hablas? ¿Por qué deberíamos acostumbrarnos a estar separados? Magnus, tú...

Los labios de Magnus temblaron, sus ojos se humedecieron, puso sus manos sobre los labios de Alec, callándolo. —Cuando Max y Rafa nazcan, ya sabes...

Alec hizo una mueca. Tardó en poder hablar a través del nudo en su garganta. Y cuando lo hizo, parecía no tener nada que ver con el tema: —Voy a darte un baño.

Ambos se rieron. Y sólo con eso, un poco del Magnus del primer día volvió cuando se ruborizó profundamente. Y aun así, aceptó su mano cuando Alec le ofreció la suya.

Alec lo hizo sentarse en una silla especial después de haberlo desnudado completamente, mientras iba subiendo una esponja por sus pantorillas, masajeando con sus manos en el proceso. Magnus gimió con fuerza cuando Alec frotó suavemente sus pies cansados e hinchados.

—Cualquiera diría que estamos haciendo el amor –Alec se rió, dejando un beso en el interior de su muslo, que erizó la piel de Magnus cuando su aliento la golpeó.

Magnus tomó un puñado del cabello de Alec, obligándolo a echar su rostro para atrás. —Lo estamos –le dijo, cuando sus ojos se encontraron con los azules de Alec–, hacer el amor no es sólo tener relaciones sexuales. Hacer el amor es todas esas veces que me pediste no saltar del taburete porque era "peligroso", o cuando te ponías celoso de Rapha; es preparar un café especial para ti cada mañana porque sé que no lo tomas como el resto; es todas esas veces que besas mi vientre hasta el cansancio y luego me miras como disculpándote por tu actitud inicial, como diciendo "Mira, aquí estoy, no soy más ese que te rechazó, te amo, te amo", y crees que no me doy cuenta; y, por supuesto, que tomar mis pies hinchados entre tus manos suaves es hacerme el amor. Me haces el amor, me amas no sólo en la cama, Alexander.

Encadenados (Malec Mpreg)Where stories live. Discover now