104. Sebaseph

3.9K 507 147
                                    

—¿Qué? –Sebastian preguntó, dando un golpecito al pequeño Enaid en la nariz–. Venimos porque has estado muy raro últimamente... –sus ojos verdes escanearon las puertas de entrada y a los guardias de seguridad en cada una–, ...sólo por eso, monstruillo. No queremos que te enfermes, ¿verdad?

Sebastian tomó esa naricita entre su pulgar e índice, haciendo reír más a su hijo. Sus manitas regordetas tratando de tomar la de su padre.

—Supongo que es tu hijo –dijo una voz conocida, provocando un escalofrío en Sebastian–. Es como un mini tú, ¿puedo hablarte de tú?

Sebastian sostuvo mejor a su hijo y ambos miraron al recién llegado. Su piel acaramelada, cabello de chocolate y unos inusuales ojos grises, sus labios estaban torcidos en una sonrisa.

Sebastian sintió su rostro calentarse y luego un poco más cuando Enaid aprovechó su confusión para golpear su nariz.

Joseph sonrió más amplio.

—Uumm –era difícil encontrar las palabras–, sí...es mi hijo.

—Sin encadenada, dijiste, ¿verdad? –Joseph preguntó, incluso si sabía que no debería hacerlo, no debería entreabrir una puerta que tenía que mantenerse cerrada. No debería hacer a este chico considerar posible algo que no lo era.

Sebastian negó, apartando su mirada de él para mirar a su hijo. Una total adoración en la mirada. Sonrió cuando  los enormes ojos de Enaid se fijaron en él, como si entendiera que algo andaba mal, que su papá lo necesitaba.

Su encadenada había sido una buena mujer, era sencilla y tímida y había logrado cautivar a Sebastian, lo había hecho pensar que era posible una vida juntos y tranquilos.

Habían podido despedirse porque, mientras Sebastian esperaba al nacimiento de su hijo –no podría verlo hasta después de la prueba, pero quería saber que estaba bien todo–, ella se había puesto mal. La doctora encargada supo que ya no había posibilidades para ella y dejó a Sebastian entrar.

—Cuídalo... Dicen que es bonito... –ella había dicho, su voz entrecortada, su respiración difícil, intentó llevar su mano al rostro de Sebastian y cuando no tuvo fuerzas, él la tomó y la apretó con la suya sobre su mejilla–, debe parecerse a ti...

Y fue lo último que dijo. Nunca se dijeron "Te amo" en vida, pero Sebastian estaba seguro de que aprobarían y también de que esas últimas palabras fueron su tímida confesión de amor.

—Oye –y de repente las manos, completamente opuestas a las de ellas, grandes y seguras, estuvieron en él, sacándolo de sus recuerdos–, ¿estás bien?

Esos ojos de plata lo miraban preocupados.

Sebastian forzó una sonrisa y asintió.

Joseph obviamente no le creyó. Él atrajo la atención de otro guardia. —Voy a llevarlo afuera, espero que respirar le haga bien. Vuelvo en un momento.

El otro guardia miró a Sebastian. —¿No necesitas un médico, chico?

Cuando Sebastian negó, él asintió no muy seguro. —Si se pone peor –le dijo a Joseph–, llévalo al piso H.

Joseph lo miró raro, ¿por qué al H?, este chico sólo estaba triste por su pérdida, pero no necesitaba ir al H, tenía un hijo por el cual salir adelante.

—¿H? –Sebastian preguntó, cuando estuvieron lo suficientemente lejos de los demás y Joseph lo hizo sentarse en una banca del amplio jardín.

—No importa –Joseph evitó la mirada y sonrió al bebé que intentaba llegar a él.

—No, dime –Sebastian se sentó un poco más cerca de él, sólo para que Enaid no tuviera que moverse mucho, claro.

—Supongo que se dio cuenta que eres... Bueno –Joseph hizo un gesto con la mano hacia Sebastian y Enaid aprovechó para tomarla, riendo su triunfo después.

Ambos miraron al bebé, sonriendo.

—...que perdiste a tu encadenada –aclaró Joseph, se detuvo un momento para mirar alrededor, asegurarse que nadie escuchaba–. Ya sea padre o madre, sabes, se te debió haber dicho, que se te permite quedarte con él pero volverán a encadenarte.

Sebastian asintió.

—El piso H es para personas que no soportan la pérdida, ya sea de un encadenado o un hijo, a veces también son madres que tuvieron complicaciones en el parto. Si no te creen capaz de encadenarte o procrear...entonces pasas a formar parte de...nosotros. Después de un tiempo en el H y una evaluación médica, cuando tu alta se apruebe, prefieren dejarte aquí que arriesgarse a otro...episodio.

Sebastian aferró a su hijo, sus ojos muy abiertos, incluso haciéndolo llorar por lo fuerte del abrazo. —Soy capaz de cuidar a mi hijo. Y no me niego a encadenarme de nuevo, de verdad que no. Sólo no... No pueden quitármelo...

—Oye, oye –Joseph llevó una mano al hombro de Sebastian, apretando suavemente, deteniendo su balbuceo angustiado–. Calma. No va a pasarte. Sé que no es tu caso. Sólo fueron recuerdos, ¿cierto? Fue mi culpa. Lo siento. No van a quitarte a tu hijo. Y aun así, incluso si fueras al H, no lo perderías. Es tu hijo biológico y nosotros, los empleados, podemos adoptar. En tu caso no sería una adopción, sino sólo recuperarlo. No vas a perderlo. No tengas miedo.

Sebastian todavía tenía fuertemente abrazado a Enaid y respiraba con dificultad. De repente, esa mano fue subiendo, desde su hombro, hasta su mejilla, donde comenzó a cosquillear su piel bajo el toque.

Joseph se aclaró la garganta de repente, como recordando que no podía hacer esto. —¿Me dejarías sostenerlo?

Enaid se fue de buena gana a sus brazos. Y Joseph sintió que encajaba perfecto entre ellos. Tal vez debería considerar adoptar a alguno ahora.








* ~ * ~ *

¿Leen Mi pequeño corazón? Si les gusta esta pareja, Sebas y Joseph, están apareciendo en los últimos capítulos 💙

Encadenados (Malec Mpreg)Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang