44. Beneficios de embarazados

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—¿Alexander, estás bien? —Magnus habló con la boca medio llena, sus mejillas infladas como las de un hámster.

Magnus tenía tanta hambre, mucho más que hace unos días. Desde que empezaron las náuseas, su hambre aumentó todavía más.

¡No podía esperar a los antojos!

Alec respondió como en automático: —No deberías comer tanto pan.

La mano de Magnus se congeló un momento antes de bajarla y dejar el último trozo de su pieza de pan. Una expresión herida empañó su rostro antes de que sonriera débilmente y se disculpara antes de salir del comedor.

Todos -Izzy, Clary, y Catarina principalmente- le mandaron miradas asesinas a Alec.

—¿Qué? —preguntó Alec, dejando sus cubiertos con los que sólo había estado removiendo todo, sin llegar a comer nada.

—¡Estamos embarazadas! —gritó Catarina.

Embarazados —corrigió Clary, incluyendo a Magnus.

—¡Podemos comer lo que queramos! -—Isabelle señaló a Alec con un dedo.

Ragnor, Simon, y Jace comieron en silencio después de eso.

Raphael, que estaba como invitado esa tarde, se levantó sin decir nada, le sonrió a Ragnor, y luego se encaminó hacia la habitación de Magnus donde seguro estaba ahora.

—¿Qué? —repitió Alec—, era mucho pan, tenía chocolate, y... ¿Por qué ustedes cuatro están comiendo lo que quieren y nosotros esto?

Beneficios de embarazados —canturrearon las tres.


* * * * *


Magnus estaba acariciando la portada de los Soñadores, aunque no pensaba leerlo sin Alec, era ya como su tradición leer aunque sea un capítulo a diario, se preguntaba qué pasaría cuando leyeran el último... ¿Ya no habría más risas y noches juntos?

Un par de toques en la puerta antes de que Raphael entrara. —Hey, tú —él vino a sentarse al lado del sofá junto a Magnus, sin decir nada más.

—Hey —Magnus aclaró su garganta antes de seguir y limpió sus lágrimas. Tal vez no era para tanto lo que Alec le había dicho, pero las dichosas hormonas...

Pensó en cómo llenar el silencio para hacerlo menos incómodo, consideró contarle sobre los Soñadores, pero al final se decidió por otro tema: —¿Cómo vas con Ragnor?

Raphael entrecerró sus ojos. -Bien.

—¿No es incómodo? O sea, nosotros sabemos la verdad, pero...

Raphael se encogió de hombros. —Cat y Ragnor hicieron lo que tuvieron que hacer...igual que todos ustedes, Magnus. Tal vez algunos de ustedes se enamoren o se soporten al menos para estar juntos por los bebés, Cat y Ragnor tuvieron suerte en cierto modo, ellos van a criar a su hijo y yo seré como el tío encantador —ignoró la mirada de Magnus ante la palabra—, tal vez sea un poco complicado, pero le haremos entender a él o ella la verdad cuando sea oportuno.

Magnus sintió sus mejillas húmedas otra vez.

Raphael gruñó suavemente. —¿Ahora qué? No estés triste, vamos a estar bien todos.

Magnus dejó el libro y se lanzó a abrazarlo. Raphael no era amante de los abrazos, pero Magnus estaba embarazado y llorando, y era difícil decir no. Dio torpes palmaditas en su espalda antes de susurrar "Tus bebés y tú también van a estar bien, también seré su tío", lo que provocó un fuerte sollozo de Magnus.

Entonces Raphael se calló sin saber qué más hacer.

En ese momento Alec entró a la habitación.


* * * * *


Alec se quedó viendo ese extraño abrazo. Raphael le susurró algo a Magnus y éste se limpió las lágrimas antes de separarse. —Vas a ser el mejor tío.

Raphael le sonrió, señaló a Alec con la mirada y Magnus asintió. —Está bien. De cualquier forma creo que voy a tomar una siesta, no me siento bien.

Alec dio un paso hacia ellos, pero Raphael habló antes. —¿Quieres ir al hospital o llamar a Etta?

Magnus le sonrió a su amigo, ya dirigiéndose a la cama, ignorando a Alec. —No, sólo estoy cansado. Te veo más tarde, si sigues aquí.

Raphael asintió y, después de una mirada a Alec, salió.

—Magnus, yo quería disculparme. Puedes comer lo que quieras. No quiero ser grosero contigo...como antes. No pensé antes de hablar, pero es que estabas comiendo mucho pan... —se detuvo ahi, eso no estaba saliendo bien.

Magnus no dijo nada. Tal vez no había sido sólo lo del pan, eran todos los últimos días. Alec había sido tan amable, y hasta cariñoso, y luego nada, no era grosero, pero parecía casi asustado cuando lo veía y la demás parte del tiempo estaba perdido en sus pensamientos.

Alec vio a Magnus acurrucarse en su lado de la cama y envolverse en una manta. ¿No iba a hablarle?

¿Y por qué le dolía eso?

Alec frunció en ceño y se arrastró hasta quedar a su lado, frotó suavemente su espalda. —¿Magnus?

Magnus suspiró, rendido, y volteó un poco hacia Alec, sin girar completamente. Alzó sus cejas, esperando.

Alec iba a intentar disculparse otra vez, pero su corazón se encogió ante la vista de Magnus, ojos enrojecidos, mejillas todavía húmedas, los labios medio maltratados por estarlos mordiendo desde que se había acostado. Alec se inclinó, su mano se movió hasta su rostro.

El plan era pasar su pulgar delicadamente por sus labios y, a través del nudo de su garganta, pedir sinceramente perdón.

Pero su cuerpo no obedeció.

Alec se inclinó, ante la mirada sorprendida de Magnus, hasta rozar sus labios.

Se congelaron un momento, aunque sin separarse, hasta que Magnus cerró los ojos y suspiró, y entonces Alec movió un poco sus labios, todavía no muy consciente de estar besando a su encadenado.


Encadenados (Malec Mpreg)Waar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu