114. La culpa de Raphael

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Sometimes it lasts un love
But sometimes it hurts instead 🎶

[A veces el amor dura, pero otras en cambio duele]


Su mano había estado cerca de la de Ragnor mientras empujaban el carrito de las compras. Tan cerca como para sentir el calor de la suya, pero no tanto como para levantar sospechas porque el amor de su vida tenía una encadenada embarazada después de todo.

No tardarían en la compra para los antojos de Cat y realmente no le molestaba. Ella siempre fue una gran amiga, la mejor, casi una hermana. Eran como los cuatro fantásticos –ella, Magnus, Ragnor y él–, y los dos, Magnus y ella, siempre apoyaron su evidente amor. No era más que mala suerte o el destino burlándose de ellos el que Ragnor y ella hubieran resultado encadenados.

Hubo un momento, no podía negarlo, ¿y quién podía culparlo?, en que tuvo fe, una esperanza egoísta de que Catarina y Ragnor aprobarían y ellos podrían seguir su amor aun cuando tuvieran una hija. Un poco inusual todo, pero lo importante era el amor, ¿cierto?

Pero hacía unas semanas se había dado cuenta que no. Algo le decía que no, ese dolor punzante en su pecho cada que miraba a Ragnor y sentía que el aire lo abandonaba. No iba a pasar, no iba a pasar. Nunca tendrían su historia de amor y él tendría que aprender a dejarlo ir. Era por eso que quería pasar cada segundo a su lado, disfrutar hasta el último momento.

Entraron al pasillo indicado para conseguir el helado de grocella, antes del polvo picante.

—¿Por qué sonríes? —y la mano de Ragnor, aparentemente por casualidad, rozó la de Raphael antes de que se alejara para buscar el sabor del antojo de su encadenada.

Y ahí estaba otra vez. El dolor punzante. Raphael suspiró, sintiéndose celoso, egoísta y estúpido. —Nada... —y se interrumpió cuando el móvil de Ragnor sonó.

Después todo fue caos.


* * * * *



Raphael ni siquiera había podido mirar a Ragnor a los ojos.

Porque.Era.Su.Culpa.

Él había dicho que fueran al centro comercial, ¿cómo se le ocurrió que sería buena idea dejar a Catarina y a Magnus solos?

Y ahora, mientras presionaba la mano de un Magnus demasiado pálido y con enormes ojos suplicantes, sentía que su corazón se rompía, ya no sólo por saber encadenado al amor de su vida, lo había perdido definitivamente.

Alexander. Alexander. Alexander. Magnus rogaba por su encadenado y Raphael se sintió todavía más vacío porque él nunca habría podido hacer eso. Si él o Ragnor estuvieran muriendo, no podrían llamar por el otro.

Sus ojos llenos de lágrimas, escuchando las amortiguadas palabras calmantes –aunque claramente llenas de pánico– de Ragnor para Catarina. Y es que la cara de Ragnor cuando le explicaron qué sucedía...

Raphael había sentido un miedo inmenso por sus amigos, pero también vio la brecha enorme abrirse entre los dos. Lo notó en el tal vez sutil e inconsciente reproche de su mirada.

Y aquí, sintiendo a Magnus estremecerse, la humedad roja extenderse, y su amigo aferrándose a la consciencia con tanta fuerza como la que sus manos tenían al aferrar las suyas porque no iba a irse sin ver a Alec una última vez, sin despedirse de su encadenado, decirle que lo amaba, que lo sentía...

Encadenados (Malec Mpreg)Where stories live. Discover now